William Blake, excelso poeta, mayúsculo pintor, profeta y visionario... pero también aforista, de los del género proverbial, al estilo preclásico. Lejos del saloneo francés o la pacatería alemana, es el suyo un verbo rotundo, sapiencial, algo campanudo, de resonancias bíblicas, cuya desmesura al lector contemporáneo puede agradar, gracias a nuestro actual preferencia por los espíritus excesivos, incluso desquiciados. En los Proverbios del Infierno, Blake nos lega un puñado de frases lapidarias, solemnes y certeras, que no pueden dejarnos de conmover, si ya no mover (estamos demasiado desencantados para que nada nos arranque del sitio). Estos proverbios forman parte integrante de la obra Matrimonio del Cielo y el Infierno, y es probablemente la parte del libro que mayor influencia ha ejercido a la posteridad, debido a su original visión del infierno no como un lugar de castigo, sino como una fuente de una especie de energía dionisíaca, que se rebela contra la autoridad del Cielo, representado como un lugar de control. La intención de Blake era la de revelar la naturaleza represiva de la moralidad convencional y la religión institucionalizada. En esta breve selección de sus Proverbios detectamos su carácter paradójico y provocativo, ya que tienen como fin animar al pensamiento original y creativo, revoltoso y a todas luces prometeico, conectando así con el incipiente Romanticismo que triunfaría en toda Europa durante el siglo XIX.
La senda del exceso lleva al palacio de la sabiduría.
La prudencia es una fea y rica solterona cortejada por la incapacidad.
Quien desea y no actúa engendra la plaga.
El gusano perdona al arado que lo corta.
Sumergid en el río a quien ama el agua.
El necio no ve el mismo árbol que ve el sabio.
Aquel cuyo rostro no irradia luz nunca será estrella.
La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo.
A la atareada abeja no le queda tiempo para la pena.
Las horas de la locura las mide el reloj, pero ningún reloj puede medir las horas de la sabiduría.
Ningún alimento sano se atrapa con red ni trampa.
En años de escasez, usa número, peso y medida.
No hay pájaro que vuele demasiado alto si lo hace con sus propias alas.
Un cuerpo muerto no venga injurias.
El acto más sublime consiste en poner a otro delante de ti.
Si el necio persistiera en sus necedades, llegaría a sabio. Nunca el águila malgastó tanto su tiempo como cuando se propuso aprender del cuervo.
El zorro se provee a sí mismo, pero Dios provee al león.
Piensa por la mañana, actúa a mediodía, come al anochecer y duerme por la noche.
Quien ha sufrido tus imposiciones, te conoce.
Así como el arado sigue a las palabras, Dios recompensa las plegarias.
Los tigres de la ira son más razonables que los caballos de la instrucción.
La necedad es el atuendo de la bellaquería, la vergüenza es el atuendo del orgullo.
La verdad nunca puede decirse de modo que sea comprendida sin ser creída.