Hermida Editores publica la primera edición en español de los Cuadernos (Sudelbücher) de Georg Christoph Lichtenberg, de donde se han extraído todas las ediciones antológicas existentes en español, y que suelen recibir el título genérico de Aforismos. De los aforismos de Lichtenberg, que tradicionalmente han conocido una excelente acogida en el mercado editorial español, existen tres ediciones distintas, publicadas por Edhasa, Cátedra y Fondo de Cultura Económica. Este volumen, el primero de la obra completa que ahora se publica en traducción de Carlos Fortea y prólogo de Jaime Fernández, recoge los tres primeros cuadernos según la edición canónica publicada en alemán, con lo cual nos encontramos ante una novedad de importancia dentro del género en español.
Los cuadernos de Lichtenberg no estaban destinados a la publicación, incluso no la conocieron hasta la muerte del autor. Ello les da un aire informal y desenfadado muy del gusto de nuestros tiempos, rápidos e intuitivos. Se trata de una miscelánea de reflexiones agudas, perspicaces, serenas y al mismo tiempo divertidas, cargadas de simpatía y vivacidad, acerca de variadísimas temáticas: el cuerpo, el amor, la sexualidad, los sueños, la soledad, el lenguaje, la religión, la muerte, el mundo de los libros, la ciencia, la filosofía o la situación política del momento.
Como indica el prólogo, "Lichtenberg se revela como un profundo conocedor de la condición humana. Sin embargo, en sus observaciones no se aprecia ni un ápice de dogmatismo ni muestra alguna de superioridad intelectual o moral. Al contrario, una incansable curiosidad le incita a interesarse por todo cuanto le rodeaba y por las noticias que recibía del mundo, como los acontecimientos que desembocaron en la Revolución Francesa de 1789. Aunque se identificase con los valores humanistas de la Ilustración, fue uno de los primeros en atisbar en el pesimismo ilustrado una oculta apología del despotismo moderno".
La suave ironía que impregna la mayoría de los apuntes de los cuadernos de Lichtenberg, sin la amargura ni el cinismo de otros moralistas, sintoniza muy bien con nuestra sociedad, harta de la sentenciosidad de las máximas clásicas. Es por ello que siempre preferiremos a Joubert o Chamfort frente a la severidad implacable de un La Rochefoucauld. El carácter inabacado, poco rotundo, de estas anotaciones (más propias de un diario íntimo que de un libro propiamente dicho) a veces puede desconcertar. No todas llevan a algún sitio, quedando en mero esbozo sin mayor trascendencia, en una anécdota de salón o en una observación efímera. Ahora bien, aquellas en las que el autor efectúa un esfuerzo de concisión, sin duda sorprenden por lo hondas y certeras. Algunos ejemplos:
"Nunca desearía ser el hombre que pudiera reinar en Alemania de forma tan absoluta como yo en mi escritorio; sin duda sólo derramaría tinteros, y al limpiar no haría sino embrollar aún más las cosas".
"Muchas cosas me duelen, las otras sólo las siento".
"Nada puede ir del todo bien en el mundo porque los hombres aún tienen que ser gobernados con mentiras".
"A veces nos asombra que los pueblos indios se envíen mensajes hechos con notas, cuando nuestras letras no son otra cosa que líneas de nudos que, como se desprende del sombreado, forman ciertos lazos".
"Le resultaba imposible no molestar a las palabras en la posesión de sus significados".
"¿Quién es? Soy yo. Oh, es lo bastante superfluo".
Kant lo leyó atentamente. Goethe comparó sus escritos con una maravillosa varita mágica «que convertía sus bromas en problemas ocultos». Para Nietzsche, con excepción de las Conversaciones con Goethe, de Eckermann, su obra era lo único de la prosa alemana que merecía ser leído una y otra vez. La profunda huella de sus reflexiones es visible en Schopenhauer. Tolstói fue un lector devoto de su obra. Freud dijo que sus chistes sobresalen por su contenido intelectual y la seguridad con que dan en el blanco. André Breton lo consideraba uno de los grandes maestros del humor y «padre de la patafísica».
Elias Canetti comentó que había escrito el libro más rico de la literatura universal porque nunca quiso redondear nada, lo cual «es su felicidad y la nuestra». En una época donde la norma es el sobresalto y nuestra capacidad de reacción se limita a breves gestos reflejos para esquivar los golpes, ¿quién no escribiría, si supiera, sus propios y lichtenberguianos cuadernos? Es más: muchos, lo hacen... pero aún no los conocemos.
G.C. Lichtenberg, Cuadernos. Volumen I. Hermida Editores, Madrid, 2015. 322 páginas.
Andrés Trapiello: El don de la conformidad
Si una peripecia diarística resulta especialmente llamativa en la literatura española contemporánea es la de Andrés Trapiello. Emprendida en el año 1990 con El gato encerrado, se viene prolongando a lo largo del tiempo con una tenacidad y coherencia que hay que agradecer, tanto al autor como a los editores, en esta época de compromisos efímeros y fidelidades que hincan la rodilla ante el primer contratiempo. De entre ellos, hemos espigado un puñado de espléndidos aforismos que revelan a un autor espléndidamente dotado para el género, y cuyo talento narrativo le informa puntualmente de cuándo una intuición requiere ser desarrollada en forma de párrafo o resultará más efectiva, desde el punto de vista del efecto literario, quedando en el estado de austero esbozo, de embrión o de promesa.
El elogio del aforismo de Ramón Eder
Un aforismo puede ser una minúscula obra maestra. Cuando el humorista Lichtenberg apunta "Aquel hombre era tan inteligente que casi no servía para nada", hace una broma inolvidable. Al escribir el sutil Joubert "Cuando mis amigos son tuertos los miro de perfil", dice en pocas palabras algo admirable. Los aforismos en su brevedad demuestran la increíble fuerza de las palabras. En este artículo, Ramón Eder traza una deliciosa panorámica sobre el género más breve y más intenso de la literatura.
El aforismo según Roberto Juarroz
Según el autor argentino, la literatura fragmentaria prefiere la secuencia breve y concentrada, el trozo expresivo, los restos más valiosos que puedan salvarse del naufragio. Desconfía de la abundancia o el exceso de palabras y cree que algunas cosas, tal vez las más plenas, sólo pueden ser captadas enunciándolas sin mayor desarrollo, explicación, discurso o comentario. Supone que únicamente esa vía estrecha logra capturar la instantaneidad del pensar, de la visión creadora o de la iluminación mística, al no traicionar la momentaneidad quebradiza del fluir temporal.
El diario en aforismos de Valéry
En los cuadernos de Valéry abunda el género aforístico, hasta el punto de que podemos hablar de una especie de diario en aforismos (al estilo de Jules Renard, pero en adusto). La naturaleza puntual del aforismo es la que le permite acoger la suficiencia instantánea del relámpago: aquí, la digresión no haría más que diluir el efecto pretendido, que es el de acoger una totalidad en huida, una búsqueda sin término. Y es que Valéry siente "el horror por lo que no cabe en un instante". Y ahí es donde el aforismo se revela como la forma perfecta para su investigación filosófica, que es personal, que es únicamente suya, pero también la de todos..
Los aforismos de L.F. Comendador
Poeta y editor, Luis Felipe Comendador ha cultivado también la novela, el aforismo, el ensayo o la obra gráfica. En 2003 publica El amante discreto de Lauren Bacall, su poemario más sincero y duro, según ha reconocido el autor, en el que se funden el amor y la muerte en un ambiente de desolación. En esta breve muestra de sus aforismos, realizada por el propio autor, tenemos la oportunidad de acceder a una de las múltiples facetas de este escritor prolífico, fecundo y singular.
Vauvenargues: la virtud de la indulgencia
Voltaire, de quien era amigo, dijo de él que era "un verdadero filósofo, que vivió como un sabio y murió como un héroe, sin que nadie se enterase". Ciertamente, su repercusión ha sido mucho menor que la de sus coetáneos, sin que su talento sea la única explicación para semejante agravio compatativo. Encontramos en Vauvenargues un espíritu abierto, flexible, tolerante, pero a la vez crítico, irónico y sagaz, sorprendente para un hombre que murió con 32 años, y cuyas reflexiones y pensamientos se mantienen a igual distancia del pesimismo ramplón y del optimismo ciego. Un clásico a redescubrir, del cual presentamos una selección de aforismos en una traducción propia de El Aforista.
Benjamín Prado, sin cubrirse las espaldas
Benjamín Prado (Madrid, 1961) es un novelista, ensayista y poeta español. Ha recibido diversos premios, entre los que se encuentran el Hiperión, el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla, el Premio Andalucía de Novela y el Generación del 27. Sus primeros cinco libros de poesía están reunidos en el volumen Ecuador (2002). Después ha publicado Iceberg (2002) y Marea humana (2007). Los aforismos que aquí presentamos lo muestran como un autor sagaz, lúcido y humorístico, capaz de transformar cualquier acontecimiento de la vida cotidiana en una frase brillante y certera, válida por sí misma de manera general.
Los violentos aforismos gráficos de Eko
Si una obra descuella poderosamente en el corpus creativo de Eko son sus Aforismos y máximas, reunidos en un libro publicado por la editorial mexicana Jus en 2010 y que reúne 365 grabados a punta de cuchillo, en un provocativo ejercicio de lo que el autor llama bibliomancia. El proyecto consiste en brindar al lector una suerte de oráculo, al estilo del I Ching, de manera que pueda obtener una guía para el quehacer cotidiano consultando una lámina diaria. Este libro, todavía no disponible en España, ha conocido un enorme impacto internacional. El Aforista presenta una breve selección de los mismos, junto con un somero análisis de la obra y el estilo de este autor fértil, anómico y fenomenal.
Cuestionario Chamfort
El Aforista invita a los principales aforistas españoles a someterse a un escrutinio meticuloso acerca de sus métodos compositivos, gustos personales, autores de referencia, etc. Son diez preguntas que forman un listado cerrado cuya pretensión no es otra que cartografiar el estado actual del género, así como presentar un perfil sucinto y definido de los autores más solventes en nuestro país.
Oscar Wilde: el superhombre era él
Como atestigua una reciente edición de sus aforismos, Oscar Wilde poseía una perspicacia fuera de lo común; una capacidad de análisis social y moral incomparable; un estilo brillante, portentoso quizás. Cabe aclarar: Wilde no fue simplemente un literato, un hombre de letras, un muñidor de ficciones al servicio del entretenimiento y/o el deleite pasajero. No, Wilde fue un pensador, tal vez no un filósofo (por cuanto no remite, ni explícita ni implícitamente, a la gran tradición filosófica), pero sí un espíritu crítico guiado por la sed de conocimiento y el odio a la mixtificación... él, que siempre defendió la máscara como suprema faz.
Según el autor argentino, la literatura fragmentaria prefiere la secuencia breve y concentrada, el trozo expresivo, los restos más valiosos que puedan salvarse del naufragio. Desconfía de la abundancia o el exceso de palabras y cree que algunas cosas, tal vez las más plenas, sólo pueden ser captadas enunciándolas sin mayor desarrollo, explicación, discurso o comentario. Supone que únicamente esa vía estrecha logra capturar la instantaneidad del pensar, de la visión creadora o de la iluminación mística, al no traicionar la momentaneidad quebradiza del fluir temporal.
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Si una peripecia diarística resulta especialmente llamativa en la literatura española contemporánea es la de Andrés Trapiello. Emprendida en el año 1990 con El gato encerrado, se viene prolongando a lo largo del tiempo con una tenacidad y coherencia que hay que agradecer, tanto al autor como a los editores, en esta época de compromisos efímeros y fidelidades que hincan la rodilla ante el primer contratiempo. De entre ellos, hemos espigado un puñado de espléndidos aforismos que revelan a un autor espléndidamente dotado para el género, y cuyo talento narrativo le informa puntualmente de cuándo una intuición requiere ser desarrollada en forma de párrafo o resultará más efectiva, desde el punto de vista del efecto literario, quedando en el estado de austero esbozo, de embrión o de promesa.
El elogio del aforismo de Ramón Eder
Un aforismo puede ser una minúscula obra maestra. Cuando el humorista Lichtenberg apunta "Aquel hombre era tan inteligente que casi no servía para nada", hace una broma inolvidable. Al escribir el sutil Joubert "Cuando mis amigos son tuertos los miro de perfil", dice en pocas palabras algo admirable. Los aforismos en su brevedad demuestran la increíble fuerza de las palabras. En este artículo, Ramón Eder traza una deliciosa panorámica sobre el género más breve y más intenso de la literatura.