José Luis Trullo.- Poeta ígneo, creador impulsivo y propulsivo, mente preclara, espíritu volcánico y ascensional, Carlos Edmundo de Ory fue un autor especialmente dotado para la escritura incisiva, para los lúcidos trallazos erupcionales. Aunque cultivó los géneros clásicos con destreza (he ahí su libro de sonetos para atestiguarlo), se lució en los más dúctiles, como el aforismo y el diario.
Para Ory, el de su cuaderno íntimo fue un espacio propicio para la experimentación pura, sin finalidad inmediata, a modo de indagación espiritual y verbal -no había, para él como para los creadores genuinos, distinción-, derroche onírico encarnado en anotaciones fugaces, visiones instantáneas, parpadeos radiantes. "En este espacio privado que me unifica [el diario], no hay lugar propicio a vanos encantos. Piruetas, remiendos, artificios, no entran en juego. Su quid es la verdad de las cosas y del espíritu. Tapo los ojos a Narciso".
A diferencia de sus celebérrimos aerolitos, donde el talento de Ory supura hasta llegar, quizás, a empalagar, en el diario abundan los apuntes precisos, sin ánimo de conmocionar a quien va a recepcionarlos, y con ello gana la escritura y gana también el lector, que tiene ocasión de asistir al espectáculo de un cerebro en plena efervescencia ante el espejo del papel. En un solipsismo que llamaríamos cósmico (lo más subjetivo se transmuta en universal cuando es honesto y veraz), Ory anota sus iluminaciones como un taquígrafo del éter, silueteando al mismo tiempo su yo más profundo -que es impersonal- y el abismo más insondable -que tiene mucho más de humano de lo que podríamos llegar a imaginar.
En el curso del diario, Ory incide con frecuencia en las bondades gnoseológicas del aforismo, al que llega a calificar de "forma radical del hablante sangriento". Para él, "los aforismos, en las antípodas del pensamiento sistemático y los dogmas, vehiculan relámpagos y gérmenes. Frases anormales y versátiles, cuanto más ilógicas más mágicas". Y es que Ory, versado en los diversos gnosticismos del Este y del Oeste, irracionalista preclaro e inteligentísimo escrutador de los límites del lenguaje, sabe que no es posible abarcar lo inabarcable en el continente limitado del lenguaje: hay que insinuarlo, orientarse hacia él, sondearlo allí donde brota y acogerlo con respeto y veneración, sin saquearlo ni aspirar a encarcelarlo entre las rejas estériles de un decir unívoco.
De los oceánicos diarios de Carlos Edmundo de Ory, editados en tres tomos por la Diputación de Cádiz en una iniciativa encomiable, entresacamos una breve selección de aquellos más breves y rotundos, como ilustración de su fertilidad y también como invitación a sumergirse en ellos con arrojo y valentía, como corresponde a uno de los escritores más intrépidos y sagaces de la literatura española de todos los tiempos.
Sabiduría es no saber nada y estar quieto en el ser.
¡Cuánta posibilidad a cada instante! ¡Cuánta infinitud!
Ser es ser secreto.
Vivir realmente es vivir lo desconocido.
Tocar el fondo. Sin dominar, dejarse dominar por la profundidad.
Silencio-Soledad-Sosiego. Las tres palabras, las tres eses mayores.
Todo el mundo es poeta. A mí que no me metan en el montón. Yo me aíslo.
No se puede hablar de profunda belleza, salvo en la maravilla.
Huyo del revoltijo. Busco las obras de solistas.
Ha pasado la ráfaga virginal, conforme a la ley de lo fugitivo.
¡Cuánto polvo! Y a veces un brillo o algo así.
Soy un patriota de la patria desconocida.
Escribir corto, impensado, instantáneo, un guiño, un no sé qué que queda en el papel.
El fin está en el centro.
Ser elíptico, discontinio. Saltos, digresiones. Decir lo indecible: balbucir.
La risa no cumple años.
Mi hogar es la patria sin puertas.
Ningún amor se inventa, como tampoco ningún dolor.
Lejanías, distancias. ¿Dónde reconozco mis rumbos? Allí donde el pozo de las crisis se vuelve espejo de las mentamorfosis.
Las manos son dichosas llegando sin llegar.
Aforistas españoles vivos
Como un suculento y nutricio menú degustación ha sido mi lectura de este Aforistas españoles vivos que Libros al Albur ha puesto al alcance de los lectores aficionados al género. Un espléndido menú de once platos sabiamente combinados en los que, en variadas dosis y tiempos de cocción, y picando de aquí de y de allá, se paladean todos los sabores conocidos, si bien, al menos para quien esto suscribe y acaso producto de los tiempos que corren, lo ácido y lo amargo se llevan la palma.
Los Cuadernos de Lichtenberg
De los aforismos de Lichtenberg, que tradicionalmente han conocido una excelente acogida en el mercado editorial español, existen tres ediciones distintas, publicadas por Edhasa, Cátedra y Fondo de Cultura Económica. Este volumen publicado por Hermida Editores, el primero de la obra completa que ahora se publica en traducción de Carlos Fortea y prólogo de Jaime Fernández, recoge los tres primeros cuadernos según la edición canónica publicada en alemán, con lo cual nos encontramos ante una novedad de importancia dentro del género en español.
Aforismos de Óscar Wilde
Los Aforismos de Oscar Wilde que recopila Gabril Insausti en esta edición recientemente editada por Renacimiento, dentro de la magnífica colección A la mínima dirigida por Manuel Neila, suponen una magnífica demostración del inmenso talento del autor para el género más brave. Se trata, en su mayoría, de frases entresacadas de sus propias obras, que avalan la capacidad sintética, incluso sentenciosa, del irlandés.
Ilusión y verdad del arte, de Nietzsche
Ilusión y verdad del arte es una antología de pensamientos de Friedrich Nietzsche en torno al tema de la ilusión y la autenticidad en el arte. Escogidos, traducidos y prologados por Miguel Catalán, dan una visión panorámica de las ideas del filósofo alemán sobre la función y el sentido del arte en la vida humana. Aunque el orden de los textos es temático y no temporal, por estas páginas van pasando ante los ojos del lector las distintas fases del pensamiento de Nietzsche hasta los casi desconocidos fragmentos póstumos.
Reflexiones del señor X., de Enzensberger
Reflexiones del señor Z. no es un libro de aforismos, en el sentido clásico del término: sus 259 textos, más o menos breves todos ellos, encajan mal con la aspiración más o menos moral, más o menos sapiencial, del lapidario género más breve. Aquí, unos llevan a otros, como cuentas distintas de un mismo collar. Reflexiones del señor Z. tampoco es un libro de microrrelatos, entendidos como lentejuelas narrativas que brillan un momento, cuando incide sobre ellas la luz de la lectura, y luego se apaga. En este caso, la luz rebota y va dando saltos, sin encontrar un posadero al final.
La ventana invertida, de Miguel Catalán
La ventana invertida, del filósofo y mago Miguel Catalán, no es su primer libro. Ni es el primer libro suyo que leo. A Catalán, como a mí, le gusta lo breve. Seguramente, al igual que yo, lo ha leído todo. Sin duda es un lector exhaustivo, pero se queda con lo nuclear, lo contundente, lo esencial. Y todo ello le inspira lo propio. Esta “ventada invertida” lo presupone. Se nota que tiene un gran dominio de la concisión, al menos para expresar sus pensamientos por escrito. Y yo se lo agradezco profundamente. Esta ventana suya nos ofrece las reflexiones que se hace a sí mismo sobre su entorno más interno y externo.