José Luis Trullo.- Ramón Eder es ya uno de los patriarcas del aforismo español. A una trayectoria bibliográfica imponente (que incluye títulos como Ironías, La vida ondulante o Relámpagos), le suma el dominio absoluto del género, lo cual se plasma sobradamente en Aire de comedia, su último título.
Siguiendo con su inveterada actitud distante y algo desengañada, pero nunca amargada ni exenta de humor ("La literatura sin humor es un abominable juego de palabras"), Eder nos entrega en su último libro un generoso ramillete de creaciones chispeantes, ligeras en apariencia aunque con una clara vocación moralizante. No es el moralismo de Eder del que se complace en amonestar al lector y afearle desde la atalaya lo que hace, dice o piensa, sino que se contenta con la corrección de las vanas aspiraciones, a las que en cualquier caso tampoco otorga más importancia de la que tienen: no mucha.
La mirada de Eder es la de un sabio que, en cierto modo, se siente de vuelta de todo, como si hubiese vivido mil años: "En los campos de batalla donde murieron tantos seres humanos al poco tiempo pacen las vacas": y es que quien ha corrido y ha leído lo suficiente, sabe que todas las parábolas ascendentes tienen que acabar tocando el suelo; lo que importa es no estrellarse, lo que hay que buscar es un aterrizaje suave. Y suaves son los aforismos de Eder, próximos, a menudo incluso domésticos, con los cuales no resulta difícil entablar una complicidad alegre.
Uno de los aspectos más gratificantes de los aforismos de Ramón Eder es que, a pesar de transmitir una impresión, como se dijo, milenaria ("Toda la historia universal ha sido necesaria para que estés donde estás ahora mismo leyendo este libro"), se resisten a entregarse al cinismo; antes bien, constatan la supervivencia de lo bueno, lo verdadero y lo bello contra lo malo, lo falso y lo feo: "La fealdad del mundo lucha con la belleza y pierde". Es más, hay mucha esperanza en las páginas de Aire de comedia: "Sólo el amor puede curar el cáncer del alma", "La vida, de vez en cuando, nos soborna con milagros", "Pasear es buscar la armonía con el universo y, muchas veces, se encuentra", "La alegría convierte el caos en un cosmos". Y es que, frente a los pesimistas recalcitrantes, Eder cree que "no valorar las cosas buenas de la vida es un tipo de estupidez". Resulta reconfortante leer una defensa así de abierta de la vida, en un contexto cultural en el que parece que ser inteligente implica sentirse a disgusto por todo, en todas partes y sin ninguna razón de peso.
Como nutritivo complemento a los excelentes aforismos de Aire de comedia, Eder nos brinda un par de breves textos teóricos sobre el género (elocuentemente titulados "El erotismo de la inteligencia" y "El aforismo como relámpago"), de los cuales entresacamos esta breve espiga, que puede aplicarse sin ninguna duda al propio libro en el que aparecen: "Perfección formal, agudeza, lucidez, ironía y gracia son algunas de las características que salvan al género aforístico. Si no, se cae en la tonta ingeniosidad, en las meras ocurrencias o en la estéril grandilocuencia". Y, si algo no es Aire de comedia, es eso: un libro estéril...
R. Eder, Aire de comedia. Renacimiento, Sevilla, 2015. 116 páginas.
Aforistas españoles vivos
Como un suculento y nutricio menú degustación ha sido mi lectura de este Aforistas españoles vivos que Libros al Albur ha puesto al alcance de los lectores aficionados al género. Un espléndido menú de once platos sabiamente combinados en los que, en variadas dosis y tiempos de cocción, y picando de aquí de y de allá, se paladean todos los sabores conocidos, si bien, al menos para quien esto suscribe y acaso producto de los tiempos que corren, lo ácido y lo amargo se llevan la palma.
Los Cuadernos de Lichtenberg
De los aforismos de Lichtenberg, que tradicionalmente han conocido una excelente acogida en el mercado editorial español, existen tres ediciones distintas, publicadas por Edhasa, Cátedra y Fondo de Cultura Económica. Este volumen publicado por Hermida Editores, el primero de la obra completa que ahora se publica en traducción de Carlos Fortea y prólogo de Jaime Fernández, recoge los tres primeros cuadernos según la edición canónica publicada en alemán, con lo cual nos encontramos ante una novedad de importancia dentro del género en español.
Aforismos de Óscar Wilde
Los Aforismos de Oscar Wilde que recopila Gabril Insausti en esta edición recientemente editada por Renacimiento, dentro de la magnífica colección A la mínima dirigida por Manuel Neila, suponen una magnífica demostración del inmenso talento del autor para el género más brave. Se trata, en su mayoría, de frases entresacadas de sus propias obras, que avalan la capacidad sintética, incluso sentenciosa, del irlandés.
Ilusión y verdad del arte, de Nietzsche
Ilusión y verdad del arte es una antología de pensamientos de Friedrich Nietzsche en torno al tema de la ilusión y la autenticidad en el arte. Escogidos, traducidos y prologados por Miguel Catalán, dan una visión panorámica de las ideas del filósofo alemán sobre la función y el sentido del arte en la vida humana. Aunque el orden de los textos es temático y no temporal, por estas páginas van pasando ante los ojos del lector las distintas fases del pensamiento de Nietzsche hasta los casi desconocidos fragmentos póstumos.
Reflexiones del señor X., de Enzensberger
Reflexiones del señor Z. no es un libro de aforismos, en el sentido clásico del término: sus 259 textos, más o menos breves todos ellos, encajan mal con la aspiración más o menos moral, más o menos sapiencial, del lapidario género más breve. Aquí, unos llevan a otros, como cuentas distintas de un mismo collar. Reflexiones del señor Z. tampoco es un libro de microrrelatos, entendidos como lentejuelas narrativas que brillan un momento, cuando incide sobre ellas la luz de la lectura, y luego se apaga. En este caso, la luz rebota y va dando saltos, sin encontrar un posadero al final.
La ventana invertida, de Miguel Catalán
La ventana invertida, del filósofo y mago Miguel Catalán, no es su primer libro. Ni es el primer libro suyo que leo. A Catalán, como a mí, le gusta lo breve. Seguramente, al igual que yo, lo ha leído todo. Sin duda es un lector exhaustivo, pero se queda con lo nuclear, lo contundente, lo esencial. Y todo ello le inspira lo propio. Esta “ventada invertida” lo presupone. Se nota que tiene un gran dominio de la concisión, al menos para expresar sus pensamientos por escrito. Y yo se lo agradezco profundamente. Esta ventana suya nos ofrece las reflexiones que se hace a sí mismo sobre su entorno más interno y externo.