Anna Kullick Lackner nació en Monterrey (México) en 1960. Ha publicado el libro de aforismos Anaforismos (Verdehalago, 1996) y los poemarios Háblame en la lengua de la ausencia (Libros de la Mancuspia, 1996) y Las palabras no nacidas (Verdehalago/Conarte, 1999). Su obra ha sido antologada en International Poetry Festival (University of Texas/UANL, 1999), Maratones de Poesía (Tunastral, Toluca, 2002-2003) y otros libros recopilatorios. Es miembro del consejo editorial de las revistas Papeles de la Mancuspia y “El correo Chuan. Fue becaria del Centro de Escritores de Nuevo León (2006-2007). Ha sido correctora de estilo de algunas revistas nacionales. Sus poemas han sido publicados en varias revistas y diarios del país y del extranjero. Recientemente, una selección de su libro inédito de aforismos ha sido traducida al italiano para la revista en internet Aforisticamente (www.aforisticamente.com). En la actualidad es coordinadora del Proyecto Vocalizar, en la Casa de la Cultura de Nuevo León. El Aforista publica una selección de sus textos elegidos por la propia autora.
No me interesa conocerte. Hoy me aplico a desconocerte.
Siempre te digo adiós por si acaso ya te hubieras ido.
Volver a empezar, con todo el vacío que juntamos y que ahora apenas cabe entre nosotros.
Me quedo quieta. Sólo para ver avanzar del amor su sombra.
Me habita la solemne inocencia de una niña que enseña a hablar a su perro.
La jaula ha heredado la algarabía de mis sueños. Los pájaros que puse dentro, no.
Tan atractiva que es la pena. Lástima que su traje ya me quede grande.
Yo viajo en las personas. Jamás me quedo.
Destruyo al fin mi espejo. Ése que ya no piensa, que ya no escribe. Ése que se ha pasado medio siglo sin decirme nada.
Jamás terminaremos por definir a alguien. Segundo a segundo todo se mueve. Sin embargo, hay sentencias que son eternas.
Amanece y el mundo parece tan feliz… como una solitaria iglesia.
El tiempo es verbo y ambos se pertenecen.
Todo juramento lleva consigo una traición.
La peor de las libertades es aquella que se ejerce a solas, sin nadie con quien vivirla.
A veces por error, a veces por olvido, a veces la vida nos sucede.
Contrario al encuentro, el abandono es infinito.
El ocaso: tristeza rubicunda, orgasmo de los dioses.
Al igual que los deportes, los amores son para jugarse y nunca para narrarse.
En una carcajada exhalamos toda la muerte.
Como en una fotografía, así en la memoria de los otros, la muerte nos deja estáticos.
Para saber si existe, visito a la vida de vez en cuando. Para ensayar su fin, duermo a ratos.
La sinrazón de la vida es la razón de tanta muerte.
Cuando de tus labios lo escucho, mi poema es pan, calor, camino.
Escribo poco. Sólo lo suficiente para no perder mi sombra.
Amiel, el orgullo del desánimo
Compuesto por más de diecisiete mil páginas en doce volúmenes, el Diario íntimo de Amiel, escrito entre 1839 y 1881, fue publicado sólo póstumamente en un epítome de quinientas páginas y dos volúmenes por su amigo Edmond Schérer (1884). El autor había empezado a escribirlo atormentado "por la eterna desproporción entre la vida soñada y la vida real" y armado de un bisturí crítico despiadado, que ejerció con la obsesión de conocerse a sí mismo hasta el masoquismo. El Aforista publica una brevísima muestra del riquísimo cuaderno íntimo de Amiel.
Lichtenberg: esquivar los golpes
Los cuadernos de Lichtenberg no estaban destinados a la publicación, incluso no la conocieron hasta la muerte del autor. Ello les da un aire informal y desenfadado muy del gusto de nuestros tiempos, rápidos e intuitivos. Se trata de una miscelánea de reflexiones agudas, perspicaces, serenas y al mismo tiempo divertidas, cargadas de simpatía y vivacidad, acerca de variadísimas temáticas: el cuerpo, el amor, la sexualidad, los sueños, la soledad, el lenguaje, la religión, la muerte, el mundo de los libros, la ciencia, la filosofía o la situación política del momento.
Contra el racionalismo de su época Blaise Pascal repudia cualquier principio metódico y, mucho más aún, denuncia la insuficiencia de la razón como criterio. Si los matemáticos pretenden racionalizar el mundo, él reivindica un «orden de la caridad, no de la inteligencia» cuyo núcleo «consiste principalmente en la digresión». El estilo de escritura de Pascal abrió nuevos caminos expresivos para los literatos franceses, preludiando la edad de oro del género breve de la mano de La Rochefoucauld, Chamfort y Joubert.
Joseph Joubert: un espíritu ligero
De todos los moralistas clásicos franceses, puede que Joseph Joubert sea uno de los más ricos, profundos y matizados. Sin perder un ápice de la implacable lucidez que caracteriza a La Rochefoucauld, le supera con creces por su empatía humana, su tierna comprensión de las debilidades comunes. Irónico como Chamfort, se resiste en cambio a expresarse de forma ácida, decantándose más bien por una expresividad tenue, elusiva y vaporosa.
Chamfort: el valor de no aprender
La obra de Chamfort más célebre fue publicada en 1795 por su amigo Pierre Louis Guinguené, a partir de las notas manuscritas que el autor había dejado agrupadas en dos secciones, Maximes et Pensées y Caractères et Anecdotes, las cuales tenía pensadas publicar en un volumen titulado Produits de la civilisation perfectionnée (Productos de la civilización perfeccionada). El Aforista publica una brevísima selección de las máximas y pensamientos de Chamfort, como invitación a profundizar en el conocimiento de uno de los moralistas más agudos y profundos en su género
Vauvenargues: la virtud de la indulgencia
Luc de Clapiers, marqués de Vauvenargues, nació en 1715 en Aix-en-Provence y murió en París, en 1747. Tras un tiempo de servicio en el ejército francés, se dedicó en exclusiva al pensamiento y la escritura, siendo su obra más destacada el tratado titulado Introducción al conocimiento del espíritu humano, seguida de Reflexiones y máximas (1746). De sus sentencias se realizaron varias ediciones, con distinto contenido, de manera que en la actualidad se dan a conocer agrupadas en tres secciones: publicadas, póstumas y suprimidas, esto es, que no aparecen en todas las ediciones. En total, suman 945, oscilando entre la máxima clásica, breve y concisa, y la reflexión más o menos extensa y sintácticamente trabada.