Gracián: una brújula de bolsillo
Oráculo manual y arte de prudencia (1647) es una obra literaria perteneciente a la prosa didáctica de Baltasar Gracián en la que, a lo largo de trescientos aforismos comentados, se ofrece un conjunto de normas para triunfar en una sociedad compleja y en crisis, como lo era la del barroco, contemporánea a nuestro autor. Este “arte de prudencia” escrito por Gracián ha tenido vigencia en la actualidad, como lo demuestra el hecho de que se realizase una versión al inglés, titulada The Art of Worldly Wisdom: A Pocket Oracle, presentado como un manual de autoayuda para ejecutivos. El Oráculo manual, como otros de los tratados gracianos, aconseja al hombre para llegar a ser sagaz, inteligente, y prudente. Con esta obra Gracián resume de modo sintético muchos de los preceptos de sus anteriores obras dedicadas a la filosofía moral. El Oráculo no sólo ha interesado a aficionados a la literatura, sino que atrajo a pensadores y filósofos que vivieron desde las fechas de su publicación hasta la actualidad. Arthur Schopenhauer llegó a aprender español para así poder traducirlo al alemán.
La obra fue publicada en Huesca, en 1647, con el equívoco subtítulo de “sacada de los aforismos de Lorenzo Gracián” (seudónimo que utilizaba para evitar la censura previa del Colegio de los jesuitas). Pero esto ha hecho pensar a parte de la crítica que el libro sería una mera recopilación de aforismos de anteriores obras suyas. Sin embargo, un exhaustivo cotejo demuestra que el porcentaje de aforismos tomados de El Héroe, El Político o El Discreto no llega al 25%. El hecho de glosar algunos aforismos sacados de sus propias obras, era un proceder reservado a los clásicos de la antigüedad, o al menos a autores de reconocido prestigio, por lo general ya fallecidos. Realizar en parte una antología de citas suyas indica que Gracián se eleva al rango de los autores que formaban el canon literario de la época. La portada del libro reza que este lo publicaba don Vincencio Juan de Lastanosa, (“Publicala don Vincencio Juan de Lastanosa”) y dado que, como hemos dicho, se pensaba en que el tratado conformaba una supuesta antología, se ha pensado si no habría sido el mecenas oscense el compilador de este conjunto de aforismos. Actualmente queda fuera de toda duda que Baltasar Gracián fue el único responsable de esta obra.
Más es menester para tratar con un solo hombre en estos tiempos que con todo un pueblo en los pasados.
Aun en el darse a entender se ha de huir la llaneza, así como ni en el trato se ha de permitir el interior a todos. Es el recatado silencio sagrado de la cordura.
Sin valor, es estéril la sabiduría.
No hay mayor señorío que el de sí mismo.
Monstruosa violencia fue siempre un buen entendimiento casado con una mala voluntad. La intención malévola es un veneno de las perfecciones y, ayudada del saber, malea con mayor sutileza.
Fácil es de matar al vuelo el ave que lo tiene seguido, no así la que lo tuerce.
La esperanza es gran falsificadora de la verdad: corríjala la cordura, procurando que sea superior la fruición al deseo.
Bien filosofado, no hay otro arbitrio sino el de la virtud y atención, porque no hay más dicha ni más desdicha que prudencia o imprudencia.
No se vive si no se sabe.
Templar la imaginación. Unas veces, corrigiéndola, otras ayudándola, que es el todo para la felicidad, y aun ajusta la cordura.
Las verdades que más nos importan vienen siempre a medio decir.
Todo lo muy bueno fue siempre poco y raro: es descrédito lo mucho.
¡Oh, gran sabio el que se descontentaba de que sus cosas agradasen a los muchos! Hartazgos de aplauso común no satisfacen a los discretos.
Lo que lisonjea presto la pasión, desengaña tarde el tiempo.
La infelicidad es de ordinario crimen de necedad.
Hace concepto el sabio de todo, aunque con distinción cava donde hay fondo y reparo, y piensa tal vez que hay más de lo que piensa; de suerte que llega la reflexión adonde no llegó la aprensión.
Tanto importa una bella retirada como una bizarra acometida.
Continuada felicidad fue siempre sospechosa: más segura es la interpolada, y que tenga algo de agridulce, aun para la fruición.
Anda el cuerdo muy detenido, y quiere más pecar de corto que de largo.
Las obras de la naturaleza todas llegan al complemento de su perfección: hasta allí fueron ganando; desde allí, perdiendo. Las del arte, raras son las que llegan al no poderse mejorar.
La verdad es de pocos, el engaño es tan común como vulgar. Ni por el hablar en la plaza se ha de sacar el sabio, pues no habla allí con su voz, sino con la de la necedad común.
El sentir es libre; no se puede ni se debe violentar.
Toda arte se ha de encubrir, que es sospechosa, y más la cautela, que es odiosa.
Hombre juicioso y notante, señoréase él de los objetos, y no los objetos de él.
Son las pasiones los humores del ánimo, y cualquier exceso en ellas causa indisposición de cordura.
Nunca perderse el respeto a sí mismo, ni se roce consigo a solas. Sea su misma entereza norma propia de su rectitud, y deba más a la severidad de su dictamen que a todos los extrínsecos preceptos. Deje de hacer lo indecente más por el temor de su cordura que por el rigor de la ajena autoridad.
Augusta empresa correr despacio.
La mejor treta del juego es saberse descartar.
No sin providencia juntó la naturaleza acudida la dulzura de la miel con lo picante del aguijón en la abeja.
Lo que ha de durar una eternidad ha de tardar otra en hacerse.
Quien cada día descubre más, mantiene siempre la expectación y nunca llega a descubrirle los términos de su gran caudal.
En casa de la Fortuna, si se entra por la puerta del placer, se sale por la del pesar, y al contrario.
No se ha de hacer profesión de desagradarse de todo, que es uno de los necios extremos, y más odioso cuando por afectación que por destemplanza. Quisieran algunos que criara Dios otro mundo y otras perfecciones para satisfacción de su extravagante fantasía.
Dé luz el que la alcanza y solicítela el que la mendiga; aquél con detención, éste con atención.
Un 'no' dorado satisface más que un 'sí' a secas.
En materia de cordura, la variedad es fea.
Vulgaridad es no estar contento ninguno con su suerte, aun la mayor, ni descontento de su ingenio, aunque el peor.
Todo necio es persuadido, y todo persuadido necio, y cuanto más erróneo es su dictamen es mayor su tenacidad.
Es menester conocer la propia estrella: ninguno es tan desvalido que no la tenga y, si es desdichado, es por no conocerla.
Todas las cosas tienen su haz y su envés. La mejor y más favorable, si se toma por el corte, lastima; al contrario, la más repugnante defiende si por la empuñadura.
Si todo fuere posesión, todo será desengaño y descontento; aun en el entendimiento siempre ha de quedar qué saber en que se cebe la curiosidad. La esperanza alienta; los hartazgos de felicidad son mortales. En el premiar es destreza nunca satisfacer; si nada hay que desear, todo es de temer: dicha desdichada.
Todo lo demasiado es vicioso.