
En las personas hay tanto de inconcebible pereza como de nociva actividad intempestiva e inoportuna.
La juventud es tan fuerte como se siente y al mismo tiempo tan suave y débil como se comporta. Esto es lo ambiguo y lo demoniaco en ella.
Nada está más oculto que las cosas que siempre tenemos en la boca.
Es de suma importancia el configurar en los niños un sentido peculiar: el de percatarse que lo divino se revela inmediatamente en nuestra proximidad.
En todo hombre habita un especie propia de inocencia. Es la que le mantiene recto, aunque él no sepa cómo.
Las circunstancias tienen menos poder del que se cree para hacernos felices o infelices, pero el anticipar en la fantasía las circunstancias futuras tiene un enorme poder.
Las costumbres son tan difíciles de combatir porque unen la pereza, que se opone a cualquier actividad, con un cierto sentido de actividad rítmico.
Las personas siempre resultan extrañas a las demás personas. Lo trágico surge cuando el destino del individuo, del solitario, se mezcla y se oculta entre los antagonistas.
Sólo en aquello que el hombre hace, en aquello que continúa haciendo, en aquello a lo que se aferra se muestra el carácter.
¿Cuál es el elemento fundamental de la dignidad¿ La ingenuidad. Lo imponente sin dignidad fácilmente acongoja.
Quizás alguien pueda crearse un nombre gracias a su comportamiento inteligente y mediante toda clase de medios artificiales, pero si le falta la perla interior, ese nombre será vano y no llegará al día siguiente.
El egoísmo no peca tanto por comisión cuanto por omisión de comprensión.
Hay ciertas épocas en las que existen demasiados niños precoces y demasiados ancianos maduros.
En toda confesión, en toda representación, se introduce fácilmente la deformación, y lo más tierno, lo indecible, se puede convertir, con un movimiento de la mano, en vulgar.
El placer desea el medio, no el fin.
En las formas superiores del trato, incluso en el matrimonio, nada debería tomarse como definitivo, ni siquiera como dado. Más bien todo debería tomarse como regalo de cada momento, un momento que todo lo abarca.
Los hombres de nuestra época experimentan su peculiaridad en vivencias intermedias, en malentendidos inexplicables, en despistes productivos.
Los anímicamente defectuosos se reconocen y se olisquean los unos a los otros.
Al igual que en los besos y los abrazos, también en el intercambio de pensamientos se comunican los hombres. Quien acepta un pensamiento, no recibe algo, sino a alguien.
La alegría exige más valor y más entrega que el dolor. Entregarse a la alegría es tanto como retar a algo desconocido y oscuro.
En el rostro de los niños hay algo que sólo el ojo del padre o de la madre ve.
En la manera más extraordinaria y más solitaria de comportarse y en la situación más secreta y miserable cada uno de nosotros tenemos miles de compañeros de los que nos sabemos nada.
Una hora de observación es mejor que un año de meditación.
Dios dice: yo era un tesoro que nadie conocía y quería ser conocido. Por eso creé al hombre.
Sólo al interpretar una ficción mediante otra surge algo que merece la pena.
La única semejanza que resiste la más profunda mirada es la igualdad de lo opuesto.
Lo que se cree y sólo esto es lo que existe.
Cinco poderes rigen al hombre: su naturaleza espiritual, su cuerpo, su pueblo, su patria, la época. Quien logra alzarse por encima de ellos alcanza lo divino.
Sólo el oprimido sabe lo que es el espíritu.
Una cosa es una explicabilidad inexplicable.
Madurar significa separar más nítidamente y unir más íntimamente.
La especie más peligrosa de la estupidez es la agudeza de entendimiento.
Las ocurrencias son auténticos productos del momento creador y se asemejan a él, su padre, en la estatura y en el rostro; incluso perpetúan el recuerdo de lo totalmente desaparecido.
Para poder ver hay que quitarse de los ojos la arena que el presente nos está echando sin cesar.
La plenitud de la existencia humana está compuesto de vacíos puros.
Los mejores momentos son aquellos en los que el individuo clarifica su situación en la existencia; entonces el sentimiento asciende hasta lo mágico y lo hace sin elementos egoístas, sin aspiraciones.
¿En qué consiste la libertad interior? En reconocer en lo individual al mismo tiempo lo general y lo necesario.
¿Dónde debe esconderse la profundidad? En la superficie.
Los más peligrosos prejuicios se enseñorean de nosotros contra nosotros mismos. Lo creativo consiste en deshacerlos.
La realidad está siempre igualmente próxima.
El más peligroso contrincante de la fuerza es la debilidad.
El dolor es de especie distinta según la voluntad de aceptarlo. Hay una sensación de dolor hacia arriba y otra hacia abajo.
Dentro de los más estrechos límites, dentro de la más precisa tarea, hay más libertad que en el más inconmensurable espacio que la sensibilidad moderna se pueda imaginar como lugar de esparcimiento.
La política es magia. Los poderes sólo obedecerán a aquel que sepa conjurarlos.
El autor célebre vive en otra especie distinta de desconocimiento que la del autor del que nadie habla.
En el actual estado de la literatura se puede alcanzar más a través de la conversación que a través de la conversación.
Un hombre será tanto más poderoso lingüísticamente cuanto más profunda sea la soledad en la que arraiga. A la inversa, el hombre más social, el ángel de la sociabilidad, debería callar y observar.
Hay algo en nosotros que está sobre y detrás de cualquier época y que juega con todas ellas.
Sólo de lo que aparentemente está a la luz del día, de lo tangible, puede salir el alto efecto del misterio.