Del fragmento al diálogo: los aforismos de Roberto Juarroz


Luis Vicente Aguinaga.- La historia misma del aforismo como género literario es, de modo llamativo, la historia de una mudanza, de un cambio de territorio; es, incluso, la historia de un desgarramiento. En la obra de Hipócrates, el aforismo nace directamente vinculado a la observación del cuerpo, sus trastornos y enfermedades. En cambio, en las Máximas de La Rochefoucauld, los Proverbios del infierno de Blake, los Fragmentos de Novalis y los volúmenes aforísticos de Nietzsche, Kraus o Cioran, el objeto de observación es del orden del comportamiento. Por lo demás, la perspectiva del escritor de aforismos va decantándose con el tiempo en favor de la independencia formal de cada texto, de cada cláusula, de cada frase: el aforismo puede ser semejar un poema en Porchia y Ramón Gómez de la Serna, un ensayo humorístico en Ambrose Bierce y Stanislaw Jerzy Lec o una disertación especulativa en Arthur Schopenhauer y Paul Valéry, pero en todo caso ya no es la herramienta de ninguna ciencia ni la mediación o vehículo de ningún discurso ulterior, sino un fin literario en sí mismo. No se trata, pues, de una mera sustitución de los repertorios temáticos del género: la orientación del aforismo, tal como ahora es concebido, es moral, no médica ni fisiológica. Ello supone que la deplorable fragmentación o división del pensamiento en campos aislados de poesía y filosofía, según la “historia no narrable” planteada por Roberto Juarroz, implica de igual manera una separación de la materia con respecto al concepto y del cuerpo con respecto a la idea. Los términos elegidos por Juarroz en sus propios aforismos parecen resumir un afán de reconciliación entre ambos universos alejados.

Soy de la opinión que la más congruente y sólida obra en prosa de Juarroz es la suma de sus Fragmentos verticales, ordenados por el propio autor en tres grupos: “Casi poesía”, “Casi razón” y “Casi ficción”.  A decir verdad, las conferencias, entrevistas y ensayos de Juarroz pueden leerse también como sucesiones de aforismos o declaraciones redondas que se comunican entre sí, complementándose y a veces, en apariencia, contradiciéndose. Thorpe Running ha señalado que “la repetición es un sello de Roberto Juarroz”.  De la repetición del título en sus libros de poemas a la repetición de ciertos temas, figuras y procedimientos de la expresión, Juarroz cultivó ese valor a lo largo de su obra con sumo provecho. Por ejemplo, es famoso un poema de la Tercera poesía vertical que termina con este verso: “Pensar es como amar”.  El cuarto aforismo de “Casi ficción”, por su parte, dice lo siguiente:

Pensar entre dos, como si hacer el pensamiento fuera igual a hacer el amor. 

Y el fragmento 40 de “Casi razón” es todavía más claro:

Hay que llevar el amor al pensamiento. Separarlos es amputarlos. Un amor que no piense a fondo lo que ama es una monstruosidad. Un pensamiento que no ame a fondo lo que piensa no es suficiente pensamiento. Además, aquí se juega la suerte de la poesía, que no existe sin esa conjunción. 

A veces, algunos aforismos de Juarroz parecen corregir o, mejor aún, ceñir otros del propio autor. Así, por ejemplo, el fragmento 28 de “Casi razón”, que dice lo siguiente:

Hay que tener el cuidado de cambiar sólo por partes, ya que cambiar íntegramente de una sola vez equivale a arrojarse sin condiciones en lo desconocido, 

parece repetirse —con significativas modificaciones, desde luego— en el fragmento 88 de “Casi ficción”, que cito subrayando lo que ha cambiado:

Hay que tener la prudencia de cambiar sólo por partes, ya que cambiar por entero es adoptar sin condiciones lo desconocido.

Resulta menos fácil distinguir las modificaciones en otros casos, como en el del fragmento 32 de “Casi poesía”, que aquí transcribo:

Para poder dormir, primero habría que saber despertar. 

y que apenas difiere (aunque, de cambiar, no cambia de manera trivial) del fragmento 99 de “Casi ficción”, que también copio:

Para poder dormir, habría que saber primero despertar.

En determinados momentos, el principio de repetición adopta en la obra de Juarroz formas comparables al recurso poético del estribillo. No sin paradoja, dicho recurso fija la continuidad interior de un libro tan esencialmente discontinuo como Fragmentos verticales. Obsérvese, por ejemplo, el aforismo 5 de “Casi razón”:

Entre quien da y quien recibe, entre quien habla y quien escucha, hay una eternidad sin consuelo. El poeta lo sabe. 

A continuación, setenta y cuatro páginas más adelante, léase la entrada número 39 de “Casi ficción”:

Toda escritura parece configurarse sobre un palimpsesto. Cualquier cosa que se escriba es un trazo dibujado sobre otra escritura, más o menos borrada, pero viva en el fondo. Cualquier palabra que se escriba despierta todo lo ya escrito debajo. Y también todo cuanto está por escribir. El palimpsesto sería entonces eterno. Por eso, en último término, no hay nada más grave que la escritura. El poeta lo sabe. 

Como ya puede verse, la frase terminal de ambos aforismos no ha cambiado. Ello refuerza, en la práctica, la manifestación de un asunto de la mayor importancia en la obra de Juarroz: el diálogo. En los casos que menciono, los aforismos dialogan entre sí además de abordar el tema del diálogo, del “pensar entre dos”. También el tema del palimpsesto es afín al tema del diálogo, y de algún modo el fragmento 39 de “Casi ficción” está escrito en palimpsesto con respecto al fragmento 5 de “Casi razón”, ambos anteriormente citados. Por esta clase de razones, la prosa de Roberto Juarroz tiene que ser leída en su conjunto: a la vez como repaso y extensión del ideario estético desarrollado por el autor en su Poesía vertical y como exploración autónoma con respecto a los contenidos particulares de tales poemas.

Es difícil restringir el comentario de la prosa de Juarroz —y no digamos ya del conjunto de sus textos en prosa, sino apenas de los Fragmentos verticales— a unas cuantas páginas. La tentación de citar muchos de sus pasajes daría lugar a libros completos, a muestras variables en función del gusto de cada uno de sus lectores (por no hablar aquí de otro libro que tampoco existe y que debería recopilar, sin demasiado aparato, esos textos en sus versiones íntegras). Como quiera que sea, tengo motivos para sospechar que un tema, un interés, una preocupación concreta predominará en cualquier selección que pueda realizarse a partir de los materiales que aquí me han ocupado. Me refiero al tema ya visto del acercamiento al otro, el diálogo, la necesaria confrontación del yo en ese tú que, después de todo, lo configura y lo convoca, volviéndolo posible:

Aunque pierda mi nombre y yo no responda ya a su llamado, volveré siempre al lugar donde tú lo pronunciabas. 





Aforistas españoles vivos

Como un suculento y nutricio menú degustación define Elías Moro su lectura de este Aforistas españoles vivos que Libros al Albur ha puesto al alcance de los lectores aficionados al género. Un espléndido menú de once platos sabiamente combinados en los que, en variadas dosis y tiempos de cocción, y picando de aquí de y de allá, se paladean todos los sabores conocidos, "si bien, al menos para quien esto suscribe y acaso producto de los tiempos que corren, lo ácido y lo amargo se llevan la palma".


El mayúsculo Pascal de Torné

En unos tiempos tan estúpidos como los que nos ha tocado padecer, el Pascal de Torné (así es como habría que referirse en adelante a este extraordinario libro que ya siempre me acompañará en lo que me queda de vida) supone una inyección intelectual y espiritual mayúscula. No hay línea sin sopesar, párrafo sin provecho, página que esté de más; al contrario, es un libro que te crece entre las manos a medida que lo lees, entre el estupor y la maravilla.


Pere Saborit: disolver lo consabido

Cuando el humor se utiliza de esta forma lúcida, fina, sin acidez, se convierte en uno de los medios más eficaces para disolver lo consabido, el sinsentido del mundo que hemos construido, tan lleno de convencionalismos que lo acartonan, enjuagando la suciedad sobrepuesta, extrayendo los sentidos implícitos. Al igual que el restaurador, al limpiar el polvo acumulado en un retablo gótico por siglos de abandono, devuelve parte de su brillo original, Saborit quiere devolverle al lenguaje esa función higiénica que al menos palíe en parte el sinsentido del mundo que hemos construido.


Juan Manuel Uría: lo oculto bajo tierra

Dos por la mañana es el primer libro de aforismos del poeta vasco Juan Manuel Uría, y en él comparte autoría con el artista gráfico Pablo Gallo, quien 'comenta' los textos con sus primorosos dibujos, plenos de ingenio y buen gusto. Estos aforismos nos muestran a un autor maduro e irónico que rehúye el estilo sentencioso para desgranar verdades cotidianas, basadas en el sentido común y el desprecio por la impostura y la retórica gratuita. Según Uría, "el aforismo debe ser nómada, ligero pero de huella indeleble, y algo canalla", y sin duda tienen los suyos mucho de grácil e incluso lúdico.


Cometario, de Jesús Cotta

Los conceptos que utiliza Cotta no son, para nada, innovadores ni originales, y la verdad es que tampoco lo necesitamos pues, como reza su aforismo, remedando a Gide: "Todo está dicho, pero se nos ha olvidado". Así pues, Cometario está trufado de benditas obviedades, perogrulladas sanas y verdades como puños que, en estos tiempos de inflacionaria (y superflua) creatividad desnortada, nos recuerdan que lo importante sigue siendo lo que importaba a los que nos precedieron, e inquietará a los que nos sigan. Pues: "Si no existe una naturaleza humana universal, ¿por qué a los hombres nos ha dado siempre por lo mismo?".


El monstruo ama su laberinto, de Charles Simic

La mayoría de las veces, un libro es un solo libro. En contadas ocasiones, un libro es el afortunado abismo al que se asoma el lector para contemplar su verdadero rostro. Simic, en El monstruo ama su laberinto, conforma un muestrario de pinzas, espéculos, agujas, jeringas y bisturís que llagan las manos ensangrentadas de los que se atreven a pasar página. Simic, cirujano y paciente, obtiene de esa autoexploración especular, unas reflexiones que abren la puerta a la sátira: “Los sirvientes de los ricos y poderosos están convencidos de que nosotros les envidiamos su servidumbre”. Pero Simic no se conforma con regodearse señalando los vicios que llevaron a la podredumbre del presente. “El ojo atento empieza a oír”, escribe con áspera lucidez.


Mapa de ninguna parte, de León Molina

Molina es un aforista portentoso, muy dotado, que rehuye con disciplina el chiste y la vana ocurrencia, para acometer sus composiciones con una precisión exquisita, donde nada sobra ni se echa en falta. Son sus textos sumamente breves, sintéticos, aquilatados, aunque para nada simples: rezuman esa dulce ambigüedad que caractiza a los grandes cultivadores del género. Casi nunca pontifica, y cuando lo hace es con la sabia benevolencia del amigo que va a respetar lo que, en cualquier caso, queramos hacer con nuestra vida. "Seducir es inducir sin aducir".


Convivir con lo inestable, de Eliana Dukelsky

La lengua o el espejo, el primer título de la autora, no es un libro de aforismos al uso. Ello lo percibe enseguida el lector cuando, a diferencia de otros títulos, no puede soltar el libro tras la amena lectura de una docena de páginas, por miedo a saturarse. Por el contrario, la impresión (completamente subjetiva, como cualquier impresión) es la de haber emprendido un viaje junto a la autora, y estar recorriéndolo, de nuevo, junto a ella, en una suerte de travesía submarina de la cual, de un modo u otro, intuye que va a emerger renovado, purificado en cierto sentido.



De los aforismos de Lichtenberg, que tradicionalmente han conocido una excelente acogida en el mercado editorial español, existen tres ediciones distintas, publicadas por Edhasa, Cátedra y Fondo de Cultura Económica. Este volumen publicado por Hermida Editores, el primero de la obra completa que ahora se publica en traducción de Carlos Fortea y prólogo de Jaime Fernández, recoge los tres primeros cuadernos según la edición canónica publicada en alemán, con lo cual nos encontramos ante una novedad de importancia dentro del género en español.


Los seminales aforismos de José Bergamín

El aforismo ocupa en la creación bergaminiana un papel no menor que reconoce él mismo cuando asume que "mis textos extensos, en cierta medida, son aforismos perifrásticos. Y mis aforismos, una autobiografía sincopada". El carácter vehemente de Bergamín le induce, con frecuencia, a descargar conceptos como trallazos, no por intuitivos menos profundos. En una carta a un amigo, le confiesa esta naturaleza convulsa de su expresión aforística: "mis aforismos se amontonan, sin darme cuenta, y me estorban para trabajar. Tengo que echarlos fuera pronto".



Los Aforismos de Oscar Wilde que recopila Gabril Insausti en esta edición recientemente publicada por Renacimiento, dentro de la magnífica colección A la mínima dirigida por Manuel Neila, suponen una magnífica demostración del inmenso talento del autor para el género más brave. Se trata, en su mayoría, de frases entresacadas de sus propias obras, que avalan la capacidad sintética, incluso sentenciosa, del irlandés.


Ilusión y verdad del arte, de Nietzsche

Ilusión y verdad del arte es una antología de pensamientos de Friedrich Nietzsche en torno al tema de la ilusión y la autenticidad en el arte. Escogidos, traducidos y prologados por Miguel Catalán, dan una visión panorámica de las ideas del filósofo alemán sobre la función y el sentido del arte en la vida humana. Aunque el orden de los textos es temático y no temporal, por estas páginas van pasando ante los ojos del lector las distintas fases del pensamiento de Nietzsche hasta los casi desconocidos fragmentos póstumos.


Los entrañables motivos de Morante

En Motivos personales se establece "un diálogo raro entre un escepticismo de largo alcance y una ingenuidad entusiasta" que nos resulta familiar a quienes hemos superado la edad de creernos todo lo que nos cuenten. Esta veta pura que subsiste bajo la gruesa capa de los desengaños es la que le permite escribir, de forma espléndida: "No desmayes; en cada esquina roza la brisa del asombro" (que nunca sabremos si se lo decía porque lo creía o para no descreer de todo ya del todo), o: "De madrugada, un vitalismo insomne me pregunta qué hacer para empezar de nuevo". Probablemente Morante no se engañe y sepa que no es posible ese absoluto recomienzo: "Sé que lo creo no es cierto. Pero es tarde para buscar otras creencias"; pero sí que queda tiempo para ensayar pequeños reinicios, coincidiendo con la escritura de nuevas obras o, por qué no, con el reencuentro con las pequeña alegrías de la vida en contacto con la naturaleza.



Reflexiones del señor Z. no es un libro de aforismos, en el sentido clásico del término: sus 259 textos, más o menos breves todos ellos, encajan mal con la aspiración más o menos moral, más o menos sapiencial, del lapidario género más breve. Aquí, unos llevan a otros, como cuentas distintas de un mismo collar. Reflexiones del señor Z. tampoco es un libro de microrrelatos, entendidos como lentejuelas narrativas que brillan un momento, cuando incide sobre ellas la luz de la lectura, y luego se apaga. En este caso, la luz rebota y va dando saltos, sin encontrar un posadero al final.


El caracol dorado, de Dionisia García

El caracol dorado es una colección de aforismos que dibuja una sensibilidad moral; buena parte de los textos incide en la reflexión sobre las enseñanzas de lo cotidiano. Si es cierto que “abarcar el cromatismo de la vida es imposible”, el sujeto en tránsito mantiene un estado de búsqueda, ahonda en los matices, persiste en la tarea de observar las mutaciones y los pequeños gestos del entorno. De este modo de pensar y sentir surge el impulso de una escritura indagatoria que hace balance y postula enunciados aplicables a la experiencia. El libro prosigue el recorrido abierto en 1984 por Ideario de otoño, que halló continuidad, una década después, con Las voces detenidas.



La ventana invertida, del filósofo y mago Miguel Catalán, no es su primer libro. Ni es el primer libro suyo que leo. A Catalán, como a mí, le gusta lo breve. Seguramente, al igual que yo, lo ha leído todo. Sin duda es un lector exhaustivo, pero se queda con lo nuclear, lo contundente, lo esencial. Y todo ello le inspira lo propio. Esta “ventada invertida” lo presupone. Se nota que tiene un gran dominio de la concisión, al menos para expresar sus pensamientos por escrito. Y yo se lo agradezco profundamente. Esta ventana suya nos ofrece las reflexiones que se hace a sí mismo sobre su entorno más interno y externo.


La cruel certeza de Pérez Antolín

El aforismo goza de plena salud. Como género literario, ofrece una fórmula reflexiva, provocadora, asertiva que, pese a los interrogantes que es susceptible de abrir, da seguridad, pues proporciona una racionalidad que persigue poner en orden el mundo. Y el nuevo libro de Mario Pérez Antolín, La más cruel de las certezas, es un buen ejemplo de la actualidad del aforismo y de su eficacia como medio de expresar una racionalidad frente al desorden.

 
La duda sin complejos de Felipe Valle

Sobre un dolor mil veces reflexionado germinan los poemas, ensayos y narrativas de Felipe Valle Zubicaray. Pudiera parecer que su relación con los aforismos le revela como un chulo de certezas, pero lo cierto es que duda sin complejos. Borges diría de él que es inteligente porque duda. Quien suscribe añadiría que duda porque muere en cada palabra escrita. De sutil descaro se convierte en provocador de guillotina, donde primero se escribe lo que se siente y luego tal vez se lee lo que se piensa. Lo que son las cosas provoca en quien lo rastrea a golpe de clic ganas de más batalla. En este exótico diccionario, Felipe nos deja una vez más solos y a la intemperie para invitarnos a liderar el pensamiento propio estimulando el debate crítico y regenerador.


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