José Manuel García, un Sísifo feliz


Este texto figura como prólogo del libro Sólo falta que levite (Brevelituras), de JM García, de inminente publicación por Eñe Ediciones. Agradecemos a los autores su permiso para su publicación en El Aforista.


Manuel Neila Lumeras.- Al igual que el aforismo tradicional, de procedencia grecolatina, el aforismo moderno ha experimentado toda suerte de transformaciones con el paso del tiempo, debido sobre todo a la naturaleza fronteriza del género, que lo sitúa a medio camino entre la filosofía y la poesía. Estrechamente conformado durante el clasicismo francés (La Rochefoucauld, Chamfort), el aforismo moderno acentuó su carácter subjetivo durante el romanticismo alemán (Schlegel, Novalis), para poetizarse finalmente en el periodo de las vanguardias europeas (Karl Kraus, Juan Ramón Jiménez). De modo y manera que la diferencia entre ambas modalidades de aforismo, la tradicional y la moderna, puede cifrarse en el mayor o menor grado de formalización, subjetividad y lirismo que presenten. Pues no es lo mismo un aforismo de Hipócrates que un aforismo de José Bergamín.

Los expertos en el hipergénero de las formas breves empiezan a reparar en el auge que ha tomado la escritura aforística durante las últimas décadas, no sólo en España, sino también en México y otros países de Hispanoamérica; lo que se viene traduciendo en un aumento creciente de libros y antologías. Las razones son variadas y afectan a los diferentes elementos que integran el proceso comunicativo: la crisis de los grandes relatos, el auge del ideal estético de la brevedad, el cambio en los hábitos de lectura y no en menor medida el papel de las nuevas tecnologías; todo lo cual desemboca en la preferencia por el discurso fragmentario, breve, conciso, intertextual y figurativo. Lo que nos ofrece una nueva imagen del pensador y del pensamiento, que es la más antigua: la del pensador presocrático, filósofo y artista, intérprete y evaluador del mundo.

El mexicano José Manuel García, cuyos aforismos me complazco en presentar a los lectores, nació en Ciudad Juárez (Chihuahua), el 11 de marzo de 1957. Desde hace poco más de tres décadas, reside en la ciudad fronteriza Las Cruces (Nuevo México), donde ejerce como profesor de literatura en la New Mexico State University, al tiempo que se dedica a la creación literaria en los campos de la poesía, el ensayo y el aforismo. Pertenece, pues, a la Generación Post-68, también llamada Generación de los 80, que cuenta ya con excelentes aforistas como Raúl Aceves, Adolfo Castañón, Francisco León González, Fernando Swain, Carmen Leñero o Anna Kullick Lackner, por citar sólo algunos; a la que ha seguido la Generación de entresiglos, con nombres como Benjamín Barajas, Armando Páez, Merlina Acevedo o Amaranta Caballero Prado, entre otros muchos.

Aunque su dedicación a la escritura aforística es reciente, pues comenzó a escribir “brevelituras” hace cuatro o cinco años, su interés por esta modalidad expresiva se remonta al conocimiento del agudísimo Carlos Monsiváis, al que seguirían Nietzsche, Cioran y otros clásicos del género. Su tesis doctoral ya versó sobre el humor literario en la narrativa mexicana del siglo XX, y más recientemente se ha interesado vivamente por la teoría y la práctica del aforismo, llegando a presentar este género emergente en varias universidades del país. En la actualidad, cuenta en su haber con varias colecciones de formas breves: Microagniciones (2015), GUARDA-QUIMƎRAS (2016), Estados de Asombro. Entre aforismos y micropoemas, I (2016), a las que se suma ahora Sólo falta que levite, su colección más completa y acendrada hasta el momento presente.

En tanto que aforista genuino, lo que sin duda alguna ha llegado a ser, José Manuel García interpreta y valora el mundo de la vida y su manera de estar en el mundo que habita. Mediante lo que el aforismo tiene de pensamiento (filosofemas), interpreta, fija el sentido de las cosas: “El aforismo no refleja una vida, / refleja la mirada que piensa”. Mediante lo que el aforismo contiene de poesía (metagniciones), determina el valor de esas cosas, sin menoscabo de su esencial heterogeneidad: “Creacionista. Para qué más versos a la flor, / mejor haz la flor cáustica del aforismo”. Filósofo y poeta, el aforista traza la imagen fragmentada del hombre actual (micropoemas y narraforismos): un Sísifo esforzado y, a pesar de los pesares, a pesar del dolor, a pesar de la estupidez, a pesar incluso de la muerte, dispuesto a buscar la felicidad allá donde pueda encontrarse: “Todos buscamos ser felices /en esta pesadilla que es la vida”.

Para José Manuel García, el aforismo tiene un carácter básicamente cognitivo. Ahora bien, no se trata de un conocimiento discursivo, lógico racional, que somete el inexorable devenir de los seres y las cosas a las inflexibles categorías del pensamiento previamente codificado; se trata, eso sí, de un conocimiento fragmentario, intuitivo, creador, que interpreta el sentido de cuanto existe en su eterno devenir. Frente a la supuesta naturaleza lógica del lenguaje, la que piensa la palabra exclusivamente como logos, es decir, como concepto abstracto, el aforista defiende una concepción logomítica del lenguaje, que considera la palabra humana a la vez como logos y mythos. De ahí que haya denominado a sus aforismos “microagniciones”, y proceda por  anagnórisis (paso de la ignorancia al conocimiento) o epifanía (súbito descubrimiento de algo). Sirva como ejemplo:

"El aforismo no es una frase memorable,
es la memoria de una experiencia".

El aforismo colinda, de un lado, con la filosofía, y de otro, con la poesía. ¿Acaso no existe una estrecha afinidad entre el aforismo y el poema, entre la comunicación aforística y la comunicación adivinatoria? Esa afinidad ha dado lugar, por lo que respecta al hipergénero de las formas breves, a ciertos géneros fronterizos, como pueden ser, de una parte, el epigrama, el haiku o el poema gnómico, y de otra, el poemínimo, el periquete y la greguería. Los aforistas actuales, y José Manuel García se encuentra entre los más destacados, aprovechan el carácter fronterizo del aforismos para acometer algunos experimentos en este sentido, como los “aforismos en verso” de Arturo R. Pueblita o los “aforismos transgénicos” de Raúl Aceves… Y aquí habría que situar los “micropoemas”, los “narraforismos” y los “epigramas” de nuestro aforista. Véase al respecto:

"Dices que tu poema se perdió en la traducción;
desde su nacimiento, Flavio, tu poema ya estaba perdido".

En la actualidad, la tendencia predominante de quienes practican la escritura aforística privilegia la agudeza de la visión, la gracia y la brillantez de la forma, en detrimento de la veracidad del contenido, de la aseveración apodíctica en términos de verdad. Sin pretender en absoluto lo contrario, los aforismos de José Manuel García no renuncian a expresar una verdad presunta, a afirmar una decisión ética, a mostrar una regla de acción. En estos casos concretos, el aforista suele recurrir a la fórmula apodíctica, sentenciosa, epigramática. Tampoco renuncia a profundizar  en aquellas cuestiones a cuyo respecto la opinión dominante se muestra superficial o, en todo caso, necesitada de enmienda. Y en estos casos particulares, suele recurrir a la paradoja, ese enunciado prima facie falso, pero que, al fin, se presenta como vehículo de alguna verdad. Y así tenemos:

"Al final del día eres sólo una piedra rodante,
sólo falta que levites".

Los aforismos de José Manuel García, como gotas de agua en el seno de una nube viajera, adquieren una significación especial al agruparse en constelaciones y, finalmente, en libro. Las siete partes o jornadas que forman Sólo falta que levites, con un centenar de aforismos cada una, dibujan la imagen rota, fragmentada del hombre actual, en la que convergen, por una parte, la figura de Sísifo, condenado a arrastrar una gran piedra hasta la cima de una montaña, que vuelve a caer una vez y otra vez; y por otra parte, la figura moderna del náufrago, del hombre entendido como destino o proyecto vital: esa vocación inexorable en que, según Ortega y Gasset, consiste nuestro yo más auténtico. De modo que la deslealtad a esa vida-proyecto se manifiesta en forma de dolor, angustia, vacío; mientras que la lealtad a la misma produce el prodigioso fenómeno de la felicidad.

Heredero tanto del aforista tradicional como del moderno, el peligro del aforista posmoderno radica en limitar su horizonte de expectativas a la vertiente metafísica, a la vertiente poética o a la vertiente moral, con menoscabo de las otras dos, lo que empobrece, ¡y de qué modo!, la significación y trascendencia de sus enunciados. No sucede esto con José Manuel García que ha optado por un aforismo integrador, de carácter antropológico, en el que convergen las intuiciones de índole metafísica, con las inquietudes estéticas y las preocupaciones morales. Desde que Kant comprendió la inquietud humana en sus cuatro preguntas — ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué cabe esperar?, ¿qué es el hombre?—, el aforista genuino ha convertido el ser del hombre en el centro de sus pesquisas. Y el lector de J M García podrá comprobarlo apenas vuelva las páginas de este libro.


Libros al Albur



Enciclopedia de libros españoles de aforismos

Inauguramos nueva sección, en la que vamos a empezar a recopilar los mejores aforismos de los libros escritos por autores nacidos o residentes en España, y publicados en nuestro país a partir del año 2010 en adelante. Lo hacemos para reunir en un único espacio virtual la más ingente cantidad de información posible sobre este tema, a modo de "enciclopedia" para su consulta por parte de cualquier interesado o estudioso en el futuro. Las primera obras que incorporamos son los libros de Carlos Marzal, Ana Pérez Cañamares, Manuel Neila, Victoria León, José Luis Morante, Ander Mayora, Jordi Doce, Dionisia García, Fernando Menéndez, Erika Martínez, Felix Trull, José Antonio Santano, Emilio López Medina, Carmen Canet, José Ángel Cilleruelo, Pedro Roso, Antonio Rivero Taravillo, Miguel Ángel Arcas, Gabriel Insausti y Mario Pérez Antolín, entre otros.

Cioran: la pausa del espíritu

Émil Cioran fue uno de los escritores más personalmente antihumanistas del s. XX. Nacido en Rumanía, hijo -como Nietzsche- de un pastor, recaló en París hasta su muerte, renegando de todos los rebaños. Sus libros, justamente célebres por su pesimista visión de la existencia, poseen una bella melancolía que los salva de la insulsa salmodia quejica. En ellos, además, encontramos muchos de los aforismos más redondos de la filosofía reciente; herederos, en parte, de los del Schopenhauer de Parerga y Paralipomena, así como de los textos breves de Lichtenberg y Kierkegaard, abordan de manera acerada y cruel algunos de los temas lacerantes de nuestra condición humana: la plenitud imposible, la muerte, el fracaso, la historia y sus pesos, la poesía y sus contrapesos...  En El Aforista nos hacemos eco de algunos de los reunidos en El ocaso del pensamiento (1940), uno de sus títulos formalmente más equilibrados y austeros, si es que se pueden usar dichos epítetos en un autor tan decididamente desmesurado.


Pessoa: aprender a no ser nadie

La obra y la personalidad de Fernando Pessoa han sido sobradamente estudiadas, analizadas e incluso desmenuzadas desde que, en 1982, se diera a conocer uno de los títulos mayúsculos del siglo XX, su proteico y deforme Libro del desasosiego. La pluralidad y heterogeneidad del autor eran, no sólo conocidas, sino fomentadas por él mismo, así que sería ocioso abundar de nuevo en ello. Aun así, tal vez se haya incidido excesivamente en su gusto por los heterónimos desde la perspectiva de la multiplicación de la identidad personal, orillando el hecho de que, detrás de ella, late un proyecto de destrucción de la misma, una verdadera tarea de conquista del anonimato esencial del ser humano.


Gil-Albert: el placer de discurrir

Un arte de vivir es un volumen misceláneo, compuesto por anotaciones dispersas entre las cuales los aforismos tienen un papel destacado, donde Juan Gil-Albert (Alcoi, 1904-Valencia, 1994) "escribe, como si se tratara de un dietario personal", en palabras de Claudia Simón, aquellas reflexiones en bruto que luego darían pie, o no, a algunos de sus poemas, ensayos o artículos de prensa. Ese carácter primario, un tanto visceral, nos permite acceder a la intimidad del escritor desde una perspectiva nueva, la cual ya habíamos avizorado en su Breviarium vitae. Son sus disquisiciones, aun inspiradas en la España de su época, de total actualidad, plenamente vigentes, lo cual nos informa, para nuestro espanto, de lo poco que cambian algunas naciones por mucho que muden sus estructuras políticas, y para nuestro consuelo, de lo mucho que perviven los buenos textos cuando apuntan a lo esencial.


Hiram Barrios: "El aforismo es una suerte de épica posmoderna"

El Aforista entrevista a Hiram Barrios, a propósito del boom aforístico que está experimentando España en los últimos años. Barrios (nacido en 1983) es escritor, traductor y catedrático. Estudió Letras en la UNAM y es especialista en Literatura Mexicana por la UAM. Ha publicado cuentos, poemas, ensayos y traducciones para distintas revistas, periódicos y suplementos culturales de circulación nacional. Textos suyos han aparecido en revistas de Colombia, Venezuela, Argentina y España. Es autor de los libros El monstruo y otras mariposas (ensayo, 2013) y Apócrifo (aforismo, 2014). Como experto estudioso del aforismo, también es responsable de la antología de autores mexicanos titulada Lapidario (2015). Es profesor de arte y literatura en el Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México.


Los sofismas de Vicente Núñez

Vicente Núñez (Aguilar de la Frontera, Córdoba, 1926 - 2002) empezó a publicar sus peculiares 'sofismas' en octubre de 1987, y siguió haciéndolo prácticamente hasta su muerte en las páginas de los periódicos Córdoba y El Correo de Andalucía. Según indica Miguel Casado, "se trata de tiradas breves, que recogen en cada caso ocho o diez frases, sin una especial ordenación ni alguna clase de afinidad temática". Estos sofismas se recogieron en volumen en varias ocasiones: Sofisma (1994), Entimema (1997) o Sorites (2000). El propio Casado publicó la antología Nuevos sofismas (Germania, Alzira, 2001), en la cual agrupaba los aforismos por temas, a modo de diccionario extravagante; con ello muchas de las anotaciones se iluminaban entre sí, logrando una apariencia sistemática que tal vez no había buscado conscientemente el autor (lo cual no significa que no existiera). En El Aforista compartimos algunos de los aforismos de este libro que más nos han llamado la atención.


Karl Kraus: el artista es el Otro

En palabras del filósofo y aforista Miguel Catalán, "de la síntesis entre lo ético estético procede la importancia del aforismo que, a partir de 1905, irá dominando toda la escritura del austríaco Karl Kraus (28 de abril de 1874 - 12 de junio de 1936), pero que constituye también la forma secreta de toda su escritura. Canetti lo expresa indicando que en sus libros y discursos nunca existió un principio organizador dominante, sino que las frases aisladas (inatacables, perfectas) iban ensamblando, el modo de sillares, una Muralla China igualmente eficaz en todas sus partes. Quintaesencia de su estilo y de un ideario personal que intentaba unificar fondo y forma, el aforismo de Kraus presenta una densidad excepcional y unas aristas cortantes, cualidades que tanto influirían en el estilo de escritura de Ludwig Wittgenstein, Elias Canetti, Thomas Bernhard o Peter Handke". El Aforista publica una breve selección de los aforismos de Karl Kraus, extraídos de La tarea del artista (Casimiro, Madrid, 2011), con la pertinente autorización de su traductor y antólogo, el propio Catalán, a quien agradecemos su generosidad.


María Zambrano: la entraña del cielo

En el libro titulado Dictados y sentencias (Edhasa, Barcelona, 1999), Antoni Marí realizó una selección de frases entresacadas de las obras de María Zambrano, tal vez la autora más densa, honda y audaz del pensamiento español de todos los tiempos. La exigencia de claridad que la propia Zambrano planteaba como horizonte moral y conceptual de la filosofía se traduce en un estilo con sobreabundancia de expresiones rotundas, apodícticas, válidas por sí mismas aunque deudoras de una cosmovisión que las ilumina y dignifica. Es por ello que la operación desnaturalizadora de Marí, y en general de todas las antologías que destilan aforismos a partir de textos de otra naturaleza, encuentra en este caso una plena justificación, tanto filosófica como poética.