José Luis Trullo.- El aforismo es el género más breve, de eso no cabe ninguna duda. Sin embargo, cuanto más vueltas le doy a esta evidencia material, más tiendo a revisar las bases sobre las que se funda. Aunque resulta irrebatible que el aforismo logra plasmar una idea de forma sumamente eficiente, empleando el menor número de recursos, no me parece que sea esa la condición suficiente para tildar de aforística una frase cualquiera. Es una idea que, en los tiempos recientes, viene repitiéndose con cierta asiduidad, pero creo que no está de más reiterarla de nuevo: el aforismo es breve, sí, pero no es la brevedad lo que convierte un texto -ni siquiera, uno certero o sorprendente, o certero y sorprende al mismo tiempo- en un aforismo.
Hay un requisito si cabe aún más esencial, para que a día de hoy un aforismo pueda ser reconocido como tal: la apertura semántica, en sus múltiples facetas (la polisemia, la anfibología, la ambigüedad y sus plurales etcéteras). Así, mientras el aforismo clásico, de estirpe moralista, se deleitaba en las formas contundentes y cerradas, casi pétreas, en el siglo XXI se ha producido una metamorfosis indiscutible en el género que lo ha deslizado hacia la elipsis y la elusión de un significado concluyente y definitivo. La concentración formal, en este orden de cosas, sólo sería un requisito para lograr dicho objetivo (y no un fin en sí mismo), de manera que, cuantos menos elementos concurran en la formulación explícita de una idea, más numerosos serán los sentidos implícitos en la misma. Voy a poner algunos ejemplos de un autor muy próximo, Felix Trull, que sólo de manera ocasional escribe este tipo de aforismos rabiosamente contemporáneos, aunque sé de buena tinta que le gustaría escribir más:
Mi heterónimo eres tú.
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Soy la punta de tu iceberg.
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El juego es un proceso sin sujeto.
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Realidad: esa evasión.
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Conocerme es confundirme.
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Juega conmigo, no conmigo.
Aunque, como es natural, toda lectura opta por atribuir un significado, al menos en un primer momento, a cualquier texto, y sólo después a descubrirle nuevas capas de sentido, únicamente ciertos aforismos apuestan decididamente por explotar dicha multiplicidad desde el principio, resistiéndose si es preciso a una inicial intelección que pudiera frustrar la detección de niveles subsiguientes (o más bien cabría aquí hablar de simultáneos). Dado que, continuando con Felix Trull, "Si no es lo bastante ambiguo, no es lo bastante real", el aforismo actual encuentra especial delectación en explorar ese haz de posibilidades semánticas que se anudan, de manera conflictiva, en una única frase condensada. Otro buen ejemplo sería este aforismo, también de Trull: "Lo que la piedra te da, el aire lo pulveriza". ¿Qué significa exactamente este aforismo? ¡Tantas cosas! Incluso resulta arduo quedarse a una carta...
Si, como advierte Ramón Eder, "El buen aforismo empieza cuando acaba", o según nos recuerda Carmen Canet, "El aforismo es un pasillo estrecho que nuestra mente ensancha", hay que presumir que la brevedad no es más que un recurso -estrictamente necesario, eso está claro, pero no suficiente- para que la polisemia pueda manifestarse en su plenitud. Cuanto más prolijo y explícito sea un texto, menor será el espacio que encontrará la escritura para acceder a ese carácter flotante que le exige nuestra época a la verdad, ya nunca más sólida y pétrea, sino recatada y porosa. A los delicados oídos del lector posmoderno (harto de proclamas y soflamas), un aforismo clásico puede, en ocasiones, resultarle pretencioso e incluso ridículo en sus pretensiones de universalidad. Puede también que, por ello, el aforismo del futuro deba explorar, con mayor ahínco si cabe, la veta de la concentración extrema para lograr, así, huir del eslogan y la consigna, tal vez dos de los mayores peligros que le amenazan, junto con el de la estéril banalidad.
En síntesis, y retomando la tesis central de este breve artículo: la brevedad es, sí, una condición formal del aforismo, pero ni mucho menos su raíz suficiente. Para trascender y hacernos trascender debe, además, acoger en su seno esa divina ambigüedad -que, ya, reconocemos consustancial al mundo- sin la cual corre el riesgo de echarse a perder, hermanado con tuits, grafitis y titulares de periódico.
Enciclopedia de libros españoles de aforismos
Inauguramos nueva sección, en la que vamos a empezar a recopilar los mejores aforismos de los libros escritos por autores nacidos o residentes en España, y publicados en nuestro país a partir del año 2010 en adelante. Lo hacemos para reunir en un único espacio virtual la más ingente cantidad de información posible sobre este tema, a modo de "enciclopedia" para su consulta por parte de cualquier interesado o estudioso en el futuro. Las primera obras que incorporamos son los libros de Carlos Marzal, Ana Pérez Cañamares, Manuel Neila, Victoria León, José Luis Morante, Ander Mayora, Jordi Doce, Dionisia García, Fernando Menéndez, Erika Martínez, Felix Trull, José Antonio Santano, Emilio López Medina, Carmen Canet, José Ángel Cilleruelo, Pedro Roso, Antonio Rivero Taravillo, Miguel Ángel Arcas, Gabriel Insausti y Mario Pérez Antolín, entre otros.
Los aforistas que se ocupan de Dios
Una somera lectura de los libros publicados en España en los últimos años, y ciñéndonos exclusivamente al siglo XXI, nos permite afirmar, de manera taxativa, que los aforistas españoles vivos, contra la impresión apresurada, sí se ocupan de Dios. A propósito de la publicación de la antología Las cosas que no son. Los aforistas y Dios por parte de Libros al Albur, reunimos un puñado de aforismos sobre Dios escritos por Juan Kruz, José Luis García Martín, Gregorio Luri o Jesús Cotta, entre muchos otros.
De poetas a aforistas
Iniciamos en El Aforista una ronda de entrevistas con poetas que, en un momento dado, empezaron a cultivar el género más breve, hasta incorporarlo a su quehacer cotidiano. Contribuyen Ana Pérez Cañamares, León Molina, José Luis Morante, Raquel Vázquez, Karlos Linazasoro y Erika Martínez, entre otros.
Cioran: la pausa del espíritu
Émil Cioran fue uno de los escritores más personalmente antihumanistas del s. XX. Nacido en Rumanía, hijo -como Nietzsche- de un pastor, recaló en París hasta su muerte, renegando de todos los rebaños. Sus libros, justamente célebres por su pesimista visión de la existencia, poseen una bella melancolía que los salva de la insulsa salmodia quejica. En ellos, además, encontramos muchos de los aforismos más redondos de la filosofía reciente; herederos, en parte, de los del Schopenhauer de Parerga y Paralipomena, así como de los textos breves de Lichtenberg y Kierkegaard, abordan de manera acerada y cruel algunos de los temas lacerantes de nuestra condición humana: la plenitud imposible, la muerte, el fracaso, la historia y sus pesos, la poesía y sus contrapesos... En El Aforista nos hacemos eco de algunos de los reunidos en El ocaso del pensamiento (1940), uno de sus títulos formalmente más equilibrados y austeros, si es que se pueden usar dichos epítetos en un autor tan decididamente desmesurado.
Los aforistas y la paternidad
¿Qué queda de la paternidad en el siglo XXI? ¿Hay todavía hombres que la vivan como un hecho gozoso y crucial de sus existencias, incluso como una suerte de “bautismo” personal? Con el objetivo de aportar alguna luz a este asunto, capital en la vida de todo hombre, Libros al Albur ha invitado a varios aforistas a aportar sus textos donde dejan constancia de su experiencia personal al respecto, lo cual ha dado como fruto Fili Mei. Los aforistas y Dios, una antología que verá la luz en breve. Publicamos un breve adelanto en exclusiva.
Pessoa: aprender a no ser nadie
La obra y la personalidad de Fernando Pessoa han sido sobradamente estudiadas, analizadas e incluso desmenuzadas desde que, en 1982, se diera a conocer uno de los títulos mayúsculos del siglo XX, su proteico y deforme Libro del desasosiego. La pluralidad y heterogeneidad del autor eran, no sólo conocidas, sino fomentadas por él mismo, así que sería ocioso abundar de nuevo en ello. Aun así, tal vez se haya incidido excesivamente en su gusto por los heterónimos desde la perspectiva de la multiplicación de la identidad personal, orillando el hecho de que, detrás de ella, late un proyecto de destrucción de la misma, una verdadera tarea de conquista del anonimato esencial del ser humano.
Gil-Albert: el placer de discurrir
Un arte de vivir es un volumen misceláneo, compuesto por anotaciones dispersas entre las cuales los aforismos tienen un papel destacado, donde Juan Gil-Albert (Alcoi, 1904-Valencia, 1994) "escribe, como si se tratara de un dietario personal", en palabras de Claudia Simón, aquellas reflexiones en bruto que luego darían pie, o no, a algunos de sus poemas, ensayos o artículos de prensa. Ese carácter primario, un tanto visceral, nos permite acceder a la intimidad del escritor desde una perspectiva nueva, la cual ya habíamos avizorado en su Breviarium vitae. Son sus disquisiciones, aun inspiradas en la España de su época, de total actualidad, plenamente vigentes, lo cual nos informa, para nuestro espanto, de lo poco que cambian algunas naciones por mucho que muden sus estructuras políticas, y para nuestro consuelo, de lo mucho que perviven los buenos textos cuando apuntan a lo esencial.
Hiram Barrios: "El aforismo es una suerte de épica posmoderna"
El Aforista entrevista a Hiram Barrios, a propósito del boom aforístico que está experimentando España en los últimos años. Barrios (nacido en 1983) es escritor, traductor y catedrático. Estudió Letras en la UNAM y es especialista en Literatura Mexicana por la UAM. Ha publicado cuentos, poemas, ensayos y traducciones para distintas revistas, periódicos y suplementos culturales de circulación nacional. Textos suyos han aparecido en revistas de Colombia, Venezuela, Argentina y España. Es autor de los libros El monstruo y otras mariposas (ensayo, 2013) y Apócrifo (aforismo, 2014). Como experto estudioso del aforismo, también es responsable de la antología de autores mexicanos titulada Lapidario (2015). Es profesor de arte y literatura en el Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México.
Los sofismas de Vicente Núñez
Vicente Núñez (Aguilar de la Frontera, Córdoba, 1926 - 2002) empezó a publicar sus peculiares 'sofismas' en octubre de 1987, y siguió haciéndolo prácticamente hasta su muerte en las páginas de los periódicos Córdoba y El Correo de Andalucía. Según indica Miguel Casado, "se trata de tiradas breves, que recogen en cada caso ocho o diez frases, sin una especial ordenación ni alguna clase de afinidad temática". Estos sofismas se recogieron en volumen en varias ocasiones: Sofisma (1994), Entimema (1997) o Sorites (2000). El propio Casado publicó la antología Nuevos sofismas (Germania, Alzira, 2001), en la cual agrupaba los aforismos por temas, a modo de diccionario extravagante; con ello muchas de las anotaciones se iluminaban entre sí, logrando una apariencia sistemática que tal vez no había buscado conscientemente el autor (lo cual no significa que no existiera). En El Aforista compartimos algunos de los aforismos de este libro que más nos han llamado la atención.
Karl Kraus: el artista es el Otro
En palabras del filósofo y aforista Miguel Catalán, "de la síntesis entre lo ético estético procede la importancia del aforismo que, a partir de 1905, irá dominando toda la escritura del austríaco Karl Kraus (28 de abril de 1874 - 12 de junio de 1936), pero que constituye también la forma secreta de toda su escritura. Canetti lo expresa indicando que en sus libros y discursos nunca existió un principio organizador dominante, sino que las frases aisladas (inatacables, perfectas) iban ensamblando, el modo de sillares, una Muralla China igualmente eficaz en todas sus partes. Quintaesencia de su estilo y de un ideario personal que intentaba unificar fondo y forma, el aforismo de Kraus presenta una densidad excepcional y unas aristas cortantes, cualidades que tanto influirían en el estilo de escritura de Ludwig Wittgenstein, Elias Canetti, Thomas Bernhard o Peter Handke". El Aforista publica una breve selección de los aforismos de Karl Kraus, extraídos de La tarea del artista (Casimiro, Madrid, 2011), con la pertinente autorización de su traductor y antólogo, el propio Catalán, a quien agradecemos su generosidad.
María Zambrano: la entraña del cielo
En el libro titulado Dictados y sentencias (Edhasa, Barcelona, 1999), Antoni Marí realizó una selección de frases entresacadas de las obras de María Zambrano, tal vez la autora más densa, honda y audaz del pensamiento español de todos los tiempos. La exigencia de claridad que la propia Zambrano planteaba como horizonte moral y conceptual de la filosofía se traduce en un estilo con sobreabundancia de expresiones rotundas, apodícticas, válidas por sí mismas aunque deudoras de una cosmovisión que las ilumina y dignifica. Es por ello que la operación desnaturalizadora de Marí, y en general de todas las antologías que destilan aforismos a partir de textos de otra naturaleza, encuentra en este caso una plena justificación, tanto filosófica como poética.