Demetrio Fernández Muñoz.- En junio de 2020 las editoriales Themata y Apeadero de Aforistas publicaron conjuntamente en la colección Gnomon, Meandros. En torno a Heráclito, libro inteligente que navega entre el desfile caudaloso del aforismo actual. Su dirección: rumbo a un necesario viraje para un género susceptible de estancarse y apolillarse a causa de reducir su marcha a la velocidad de crucero a la que invita el barco de la moda literaria. Sustancialmente, Meandros concibe el aforismo como motor capaz de explorar en las posibilidades de fundamentación, formulación y estructuración del género, espoloneando los sedimentos de una poética folletinesca, (re)productiva de clichés, que podría estar aposentándose en parte significativa del aluvión (o chaparrón) del material de los últimos años.
Escrito al alimón entre José Luis Trullo y Ander Mayora y prologado con un “pórtico” a la altura por/de Manuel Neila, Meandros está compuesto por aforismos que rinden homenaje a Heráclito, una de las principales fuentes tradicionales (aún de la eterna juventud para el género) del aforismo universal de todos los tiempos. Los autores se acogen, en palabras de Manuel Neila, “al estilo del maestro”, aunque cabría matizar que la imitación, más que pura, se apropia de fines personales con los que construir y constituir una voz propia. Así, aunque José Luis Trullo y Ander Mayora beban directamente del pensamiento del filósofo que, según una ¿injusta? tradición, llora; aunque asuman a pies juntillas su expresión, caracterizada por unos recursos formales (uso sublime del oxímoron, la paradoja, obscuritas…) y conceptuales (ontología del devenir, moral aristócrata, perspectivismo epistemológico…) sui generis; la intención última reside en (re)crear un pensamiento particular a partir de aforismos interconectados.
Así las cosas, en Meandros asistimos a un serio a la par que original experimento con el género mediante el que fragmentos de Heráclito, traducidos por Jesús Cotta, actúan como pretextos (tanto en el sentido temporal como en el funcional) para la escritura de aforismos a manos de José Luis Trullo o Ander Mayora en busca de un entramado polifónico que pudiera sonar estridente por lo novedoso, pero dulce por el riesgo y el acierto de esta rara avis entre nuestra bibliografía aforística contemporánea.
No obstante, el tanteo con el género no acaba solo en el resultado yuxtapuesto del juego autoral. Si bien exponer en un libro de aforismos un elenco de voces sumadas (aunque al cabo separadas, aun entrecortadas) a una causa, con mayor o menor fortuna y/o buen hacer, ya se ha practicado (en colectivo y en parejas); en Meandros se va un paso más allá al contemplar cada aforismo como manifiesto de un propósito estructural, tanto en sus partes (léanse, por ejemplo, el conjunto de aforismos sobre el fragmento XVII de Heráclito, en la parte I, donde José Luis Trullo construye una serie textos sobre un efecto dominó de tema-rema; o la estructura circular de Ander Mayora en sus aforismos sobre el fragmento XXII, también en la parte I) como en el todo. Es más, especialmente, gracias a la estructura global de Meandros, podríamos afirmar que nos hallamos ante un libro excepcional (oblicuo con las reglas, o renovador en estas); ya que, en contra de la común organización caótica en los compendios aforísticos, aquí se plasma concienzudamente un injerto estructural entre fondo y forma que afecta tanto a la recepción de la obra (forzando, aunque no descartando alternativas, una linealidad en la lectura de los textos) como a la transmisión del experimento con el género que procura llevarse a cabo. En Meandros se nos presenta un aforismo que, desde el principio del libro, va rompiéndose y abandonando su naturaleza de monólogo para abrirse a terrenos totalmente extraños como el dialógico, pudiendo llegar, incluso, hasta unas últimas consecuencias que lo disolvieran como género unipersonal y que lo diluyera en otro, de seña tan ajena, como el dramático.
Así, evidenciaremos un proceso “meta-aforístico”, en el que se pasará de aforismos unipersonales de cada uno de los dos aforistas, comunicándose separadamente con el texto base de Heráclito, a aforismos (o “interaforismos”) que, sin despegarse de su conexión con el Óscuro de Éfeso, se irán contaminando de su otredad interlocutora hasta dialogar simultáneamente entre sí y con el referente en común. Este tránsito de lo apodíctico hacia lo dialéctico se nos muestra como si José Luis Trullo y Ander Mayora, cual Jano, replegasen sus caras para encontrarse/enfrentarse desde un yo sin el otro y un otro sin el yo, que han ido vociferándose, llamándose y atrayéndose hasta coincidir finalmente en una entrevista tú a tú, en cuyo epicentro, constante, está él: Heráclito. Además, para poder percibir nítidamente este proceso de licuación del género, como haciendo un guiño a las enseñanzas del maestro, los autores distribuyen sus textos en tres tiempos que discurren lejos del tiempo analógico. Así, pese a que podamos diferenciar tres partes (cada una con sus propios ritmos y dinámicas), existen in media res aforismos transitorios que fluyen entre las fronteras de cada división, sobre todo en el paso de la segunda a la tercera parte.
De esta manera, en la primera parte del libro, a cada uno de siete fragmentos de Heráclito le suceden una serie de aforismos por separado de José Luis Trullo y Ander Mayora entre los que dista la comunicación entre ambos. Es el inicio del camino y la experimentación es mínima, recae exclusivamente en el diálogo que entabla cada aforista con el texto heracliteo. Cada uno de los autores dispone sus colecciones sin contemplarse entre sí a la hora de construir sus textos (baste como ejemplos de esta independencia aforística las secciones cerradas, citadas anteriormente: los aforismos sobre el fragmento XXVII de José Luis Trullo, o los de Ander Mayora sobre el fragmento XXII).
Sin embargo, en la segunda, para seis fragmentos se nos presenta un conjunto que intercala a modo de contrapunto, de ping-pong, a ambos autores hasta el punto de que cada aforismo es causa y/o efecto de sus colindantes (normalmente los más cercanos). En esta parte el aforismo es ligeramente más extenso, porque parece que los autores empiezan a escucharse entre sí y el texto que se transmite debe, por tanto, argumentar su contenido. Como parece que empieza a existir un interlocutor embrionario, la enunciación debe estar fundamentada, rebajando las dosis de expresividad y aumentando las de apelación y persuasión, tal como sucede, por ejemplo, con la aparición significativa de aforismos en modalidad interrogativa, aforismos refutativos o aforismos que incorporan incluso fórmulas de vocativo (“No hay medias tintas, amigo mío: o todo es sagrado o nada lo es”, escribe Ander Mayora) o el uso del nosotros inclusivo (“Bendice el dios los alimentos con que vamos a alegranos”, José Luis Trullo), que desvelan el cuasi o ya diálogo que se está trasmitiendo mediante aforismos y que son la antesala del tercer estadio de este experimento con el género.
Por último, en la tercera parte, dos fragmentos de Heráclito dan pie a una charla (formalmente una conversación sin tapujos, entre ambos) que imita al género clásico del diálogo y donde, si hubiere aforismo, ya no es, afortunadamente para el anquilosamiento del género, lo que era.
Cabe detectar que, si bien formalmente hemos presenciado cómo el aforismo se ha deshecho (o se ha transformado), también es cierto que no ha ocurrido así con la actitud congénita de la aforística: la discrepancia de un pensamiento triturador. La huella dactilar de la erística se revela en el hecho de que, ni siquiera en este diálogo final, ninguno de los aforistas (con)vence de nada definitivamente a su oponente, sino que uno y otro se avivan la polémica entre ambos. No hay un Sócrates, no hay verdad que cierre el texto. Hay, sin embargo, un Heráclito, una ausencia de la última palabra, fluyendo entre Apolo y Dionisos, que evita desembocar en brazo muerto.
En síntesis, Meandros. En torno a Heráclito toma una agradecida curva pronunciada en un tramo del río aforístico contemporáneo cuyo curso, pese al floruit actual, nos es incierto. Corren tiempos de alfombra roja para el género, pero podrían venir entonando cantos de sirena con los que también se corre el peligro de que el aforismo se conforme, cuando es inconforme, se acomode, cuando es incómodo, se formalice, cuando es informal. Hay que avistar y surcar el pastiche, por ello, no se debiera dejar pasar de largo este tipo de libros que consiguen que el género cobre un bienvenido impulso, un viento con el que soplar (y no apagar) la vela del aforismo. Aunque no se sepa a dónde nos llevará la corriente, no es casual que, para tal empresa, el norte lo haya marcado Heráclito. Como recuerda Manuel Neila, que nos dice que recordaba Cristóbal Serra: “Quienes estiman el aforismo en lo que este tiene de instrumento expresivo sin igual, no pueden olvidarle”.
J.L. Trullo y A. Mayora, Meandros. En torno a Heráclito. Thémata/Apeadero de Aforistas, Sevilla, 2020. 62 págs.
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