Ana Isabel Alvea.- Florencio Luque ha publicado poesía (Lo que el tiempo nombra, Ediciones en Huida en 2014, Ai(me)ée, Karima Editora en 2019), el libro de aforismos El gato y la madeja, Karima Editora, en el 2018 y ha participado en diversas antologías de poesía y aforismos. En el 2021 sale a la luz su segundo libro de aforismos, Caja de cromos, publicada en la colección Apeadero de Aforistas por Cypress Cultura.
Cuando abres esta Caja de cromos te iluminan sus ráfagas de luz, los chispazos de ingenio, inteligencia y humor, capaces de revelarnos fragmentos de una realidad ante la que se reconoce su autor incrédulo; piezas que te hacen sonreír y te incitan a profundizar en algún tema o te ayudan a ser un poquito más sabio. Mejor leerlos con sosiego, junto a una cerveza o una copa de vino, degustando la lectura con parsimonia y en silencio, pues como dice: “En el más hondo silencio, la más alta respuesta”.
En sus reflexiones juega con los contrastes y términos opuestos, resaltando el carácter paradójico de nuestra condición y de nuestra existencia: “Puedes llenarte de todo sin saber qué te falta”, “Sé cosas que ignoro”, “Bienvenidas sean las paradojas, de ellas está hecha la vida”.
Sus aforismos ven el envés de los conceptos, dan la vuelta a lo evidente o generalmente aceptado: “¡Qué sería del espíritu sin carne que lo soñase!”, “Lo que amamos nos elige”.
Además de provocarnos asombro y sorpresa, en muchas de sus sentencias afloran el lirismo y las figuras literarias, especialmente en su capítulo sueños: “Cuando las sombras caen sobre la alberca, se encienden las estrellas”, “Tras el desierto de la almohada, la tierra prometida del sueño”.
Estructurado en cinco capítulos, según se indica en la contraportada, prolonga las obsesiones de su autor: Secretos (honda bruma nos acoge y en ella nos reconocemos), Sueños (versos de limbo), Retratos (la fragilidad de los espejos), Disfraces (solo la piel es inocente) y Esbozos (evanescencia, vuelo).
Interesado siempre en el tema de la identidad y la dificultad -o imposibilidad- de conocernos: “Soy tantos, que no me aburro”, “El coro que me habita ignora la clave en la que afinar”, “Conoce tus deseos, soporta quién eres”; y de la identidad de quien escribe: “Quien escribe frecuenta a un desconocido”.
Somos seres que, por lo general, no nos escuchamos ni a nosotros mismos, por mucho que hablemos nada decimos y lo que teníamos que decir, pues tampoco era importante. Faltos de respuestas, nos rodea la bruma de las preguntas.
Abundan las reflexiones metapoéticas: “El poema nunca es el mismo: espejo de quien lo lee”, “Poeta, sombra del poema”, “Rescato de todos los naufragios palabras para llevarlas a la orilla de un verso”. El arte posibilita que cese por un instante la tormenta.
Apela a la importancia del sentimiento, de la bondad y del amor y al milagro de la vida: “Todo gesto bondadoso esboza una obra de arte”, “Los hilos de la pasión tejen los colores de la vida”, “Todo acto de amor restaura el mundo”. Y ante el verso de Unamuno en su poema Credo poético: piensa el sentimiento, siente el pensamiento, el autor afirma: “Si no lo sientes, no lo piensas”.
En cuanto a los sueños, apela a su necesidad, Quien mata los sueños vive sonámbulo, aunque afloren en la nada, son un refugio de la vida y de nuestras inevitables sombras.
La mirada es otro de los temas tratados, embellecemos aquello que contemplamos. No somos capaces de ver la realidad, sino lo que no podemos dejar de ver y en la mayoría de las ocasiones, por mucho que miremos, no vemos.
Una flecha que acierta en la diana de la agudeza, su pensamiento, lanzada con una sutil ironía para desvelar las paradojas que nos circundan.
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