Elena Marqués.- Parece que lo breve está de moda. Todo lo que lleva el elemento compositivo micro-, el microcrédito, el microrrelato, el microteatro, por no hablar de los microbios que acampan en los alimentos (no hay día que no nos topemos con alguna alerta sanitaria), se erige en protagonista del siglo. En el caso de los organismos unicelulares y los préstamos no me veo con ganas ni facultades de pensarles unos motivos, que no necesariamente causas; en los otros, según dicen, su proliferación se atribuye al modo de vida actual, presidido por el estrés, la impaciencia y las prisas. Así como el titular escandaloso y el tuit más o menos polémico se erigen en la unidad máxima de comunicación, los textos cortos son los más adecuados para acompañarnos en nuestros traslados en el transporte público, nos entretienen en pequeños escenarios con aún más pequeños presupuestos y elencos, nos permiten salir de este mundo feo y acelerado por unos momentos, que tampoco la capacidad de concentración da para más.
Podría decirse que el aforismo, ese «galgo» para García-Máiquez, es la más breve de todas las categorías en que habitualmente clasificamos las obras literarias. Al menos si miramos nuestra propia tradición (ciertas fórmulas orientales, como el haiku, son incluso más concisas). Será por eso, como comenta José Luis Trullo en el prólogo que antecede a esta antología de Cypress en su colección dedicada al género, que el Sur de Séneca y Mairena es buena tierra para sembrar y cosechar estas mínimas máximas que se leen en un instante. Sin embargo, no por sucintos se descubren simples ni superficiales, ni se limitan, como algunos piensan, al mero juego de palabras ingenioso (es más que eso, por ejemplo, la afortunada paronomasia de Rivero Taravillo, des-extasiado entre el embeleso y el embeleco), a la habilidosa paradoja, a la repetición de elucubraciones que solo interesan a los filósofos. Aunque el conocimiento, o al menos la aspiración al conocimiento, centre muchas de estas paremias (léase a Jesús Cotta: «Cuando el bien nos seduce, es belleza; cuando nos convence, es verdad»).
En estructuras impersonales y copulativas («La Humanidad es el ideal de los misántropos», puntualiza Emilio López Medina; «La vida es un accidente a cámara lenta», observa Javier Puche), muy frecuentes y efectivas en su deseo de describir y/o descubrir lo que los ojos creen y la razón ve («Somos capaces de sentir con cada parte de nuestro cuerpo. Quisiéramos poder pensar de esa manera», reflexiona Erika Martínez); en expresivos símiles («Hay días como perros solitarios», quizás se lamente Álvaro Salvador) o en inteligentes oposiciones semánticas («Con la ira se nace; el rencor se aprende», Juan Varo dixit); en oraciones binarias que nos recuerdan la función axial del espejo («La fe une. El conocimiento desata», concluye Miguel Ángel Arcas), los 21 autores que aquí se reúnen ofrecen unos buenos ejemplos de otra máxima que no por usada pierde su razón: lo bueno, si breve, dos veces bueno. La mayoría de estos escritores son, además de aforistas, o por ello mismo, poetas, y poetas interesados en la vida y en el hombre, en sus preocupaciones y sus ritos y sus errores, con una mirada, en ocasiones, también social y contemporánea («Cuando abrazamos una causa con demasiada fuerza, corremos el peligro de asfixiarla», recuerda Miguel Cobo Rosa; «Una buena manta abriga siempre más que una bandera», corrobora José Manuel Benítez Ariza), pero, por encima de todo, universal, abarcadora, en continuo planteamiento y replanteamiento de lo sabido, en cuestionamiento y en constante pregunta más que en aceptación de las respuestas ya dadas y admitidas como buenas, únicas e inamovibles. Seguramente porque, como afirma Victoria León, «Ciertas cosas tienen que existir sólo para que no dejemos de buscarlas».
Resulta difícil reseñar una antología. Ya es complicado hablar de un libro compuesto de fragmentos infinitos, como las gotas de un lago que acaban confundiendo sus trasparencias. Sin embargo, este Tierra de aforistas ha conseguido una unidad basada en ese hilo común de la inteligencia y la observación, la reflexión y la sensibilidad, el fino humor (pongo por caso a Enrique Baltanás) y el viaje interior, que es el viaje de todos («Todo el mundo piensa que es mucho mejor y mucho peor de lo que en realidad es», dice Salvago). En algunos casos la contundencia es más acentuada, como en Javier Sánchez Menéndez; en otros, lo es la desesperanza («La realidad es el refugio más siniestro», «La verdad es cárcel cuando es refugio», me convencen Florencio Luque y José Mateos respectivamente); en todos el lenguaje, que quizás más que nunca tienda aquí al silencio (me remito a Francisco Ferrero), deriva en múltiples connotaciones, resuena con tonos distintos, a veces líricos («La poeta se baña en la palabra río»: quién sino Carmen Camacho podía sumergirnos en Heráclito así), siempre certeros incluso en sus metáforas más claras (para Carmen Canet, «Cada desierto de la vida necesita su espejismo»), en sus afirmaciones más sencillas, como la de Jesús Montiel que cierra estas páginas sobre el amor y sus instantes, que, aunque breves, como cada aforismo del libro, siempre dan para más.
OTRAS RESEÑAS
Emilio López Medina, La verdad de la belleza
Gemma Pellicer, Medidas extremas
José Manuel Benítez Ariza, En el corazón del bosque
José Luis Trullo, Expirar en la frase más breve
Demetrio Fernández Muñoz, La lógica del fósforo
Javier Recas, El arte de la levedad
Florencio Luque, Caja de cromos
J.L. Trullo y A. Mayora, Meandros. En torno a Heráclito
José Luis Morante (ed.), 11 aforistas a contrapié
Antonio Rivero Taravillo, La orfandad de Orfeo
Ángel Crespo, Escrito en el aire. Aforismos 1975-1995
José Camón Aznar, Aforismos del solitario
Juan Manuel Uría, Dos por tarde
Rafael Ibáñez Molinero, La VIDA en minúscula
Felix Trull, Y de pronto, amanece
Javier Recas, Una aguda y grácil miniatura
Elías Moro, Lo inseguro
Emilio López Medina, La ignorancia
Hiram Barrios (ed.), Aforistas mexicanos actuales
AA.VV., Marcas en la piedra
J.L. Trullo y M. Neila (eds.), El cántaro a la fuente
Gregorio Luri: El amparo de las sombras
Miguel Catalán: Suma y sigue
León Molina: Tirar la piedra y esconder la mano
Miguel Ángel Gómez: Caída libre
Rosario Troncoso: Relámpagos
Miguel Ángel Alonso Treceño: Consciencia y viceversa
VV.AA.: Juega o muere. Los aforistas y lo lúdico
Francisco Ferrero: Un silencio propio
Carmet Canet y Javier Bozalongo: Cóncavo y convexo
Miguel Catalán: Suma breve
Gabriel Insausti: Estados de excepción
Rosendo Cid: Los consejos no son un buen sitio para quedarse a vivir
Javier Vela: El libro de las máscaras
Miguel Ángel Arcas: Los tres pies del gato
León Molina (ed.): La poesía es un faisán
Felix Trull: La lección de Pulgarcito
Javier Sánchez Menéndez: Concepto
Jesús Montiel: El amén de los árboles
Emilio López Medina: Del amor y todo lo que le es propio
Carmen Canet: La brisa y la lava
Eugenio d'Ors: Gnómica
Ricardo Virtanen: El funambulista ciego
Juan Manuel Uría: La ciencia de lo inútil
Antono Cabrera: Gracias, distancia
Antonio Rivero Taravillo: Vida en común
Emilio López Medina: El arte jovial
Mario Pérez Antolín: Crudeza
Fili Mei. Los aforistas y la paternidad
Jacob Iglesias: Ovejas negras
Jaime Fernández: Maniobras de distracción
Francisco Ferrero: La revolución de la paciencia
Felix Trull: Líneas de flotación
Ramón Eder: Pequeña galaxia
Las cosas que no son. Los aforistas y Dios
Ramón Eder: Palmeras solitarias
Hiram Barrios: Apócrifo
Aitor Francos: Camas
Carmen Canet: Luciérnagas
Juan Eduardo Cirlot: Aforismos del no mundo
Manuel Neila: El juego del hombre
Carmen Camacho: Fuegos de palabras
Gabriel Insausti: Saque de lengua
Victoria León: Insomnios
Ander Mayora: El páramo
Eliana Dukelsky: Crianza
León Molina (ed.): Verdad y media
Sergio García Clemente: Mirar de reojo
Benito Romero: Horizontes circulares
ARCHIVO DE RESEÑAS
Aforistas españoles vivos
Como un suculento y nutricio menú degustación define Elías Moro su lectura de este Aforistas españoles vivos
que Libros al Albur ha puesto al alcance de los lectores aficionados al
género. Un espléndido menú de once platos sabiamente combinados en los
que, en variadas dosis y tiempos de cocción, y picando de aquí de y de
allá, se paladean todos los sabores conocidos, "si bien, al menos para
quien esto suscribe y acaso producto de los tiempos que corren, lo ácido
y lo amargo se llevan la palma".
El mayúsculo Pascal de Torné
En unos tiempos tan estúpidos como los que nos ha tocado padecer, el
Pascal de Torné (así es como habría que referirse en adelante a este
extraordinario libro que ya siempre me acompañará en lo que me queda de
vida) supone una inyección intelectual y espiritual mayúscula. No hay
línea sin sopesar, párrafo sin provecho, página que esté de más; al
contrario, es un libro que te crece entre las manos a medida que lo
lees, entre el estupor y la maravilla.
Pere Saborit: disolver lo consabido
Cuando el humor se utiliza de esta forma lúcida, fina, sin acidez, se
convierte en uno de los medios más eficaces para disolver lo consabido,
el sinsentido del mundo que hemos construido, tan lleno de
convencionalismos que lo acartonan, enjuagando la suciedad sobrepuesta,
extrayendo los sentidos implícitos. Al igual que el restaurador, al
limpiar el polvo acumulado en un retablo gótico por siglos de abandono,
devuelve parte de su brillo original, Saborit quiere devolverle al
lenguaje esa función higiénica que al menos palíe en parte el sinsentido
del mundo que hemos construido.
Juan Manuel Uría: lo oculto bajo tierra
Dos por la mañana es el primer libro de aforismos del poeta vasco Juan
Manuel Uría, y en él comparte autoría con el artista gráfico Pablo
Gallo, quien 'comenta' los textos con sus primorosos dibujos, plenos de
ingenio y buen gusto. Estos aforismos nos muestran a un autor maduro e
irónico que rehúye el estilo sentencioso para desgranar verdades
cotidianas, basadas en el sentido común y el desprecio por la impostura y
la retórica gratuita. Según Uría, "el aforismo debe ser nómada, ligero
pero de huella indeleble, y algo canalla", y sin duda tienen los suyos
mucho de grácil e incluso lúdico.
Cometario, de Jesús Cotta
Los conceptos que utiliza Cotta no son, para nada, innovadores ni
originales, y la verdad es que tampoco lo necesitamos pues, como reza su
aforismo, remedando a Gide: "Todo está dicho, pero se nos ha olvidado".
Así pues, Cometario está trufado de benditas obviedades, perogrulladas
sanas y verdades como puños que, en estos tiempos de inflacionaria (y
superflua) creatividad desnortada, nos recuerdan que lo importante sigue
siendo lo que importaba a los que nos precedieron, e inquietará a los
que nos sigan. Pues: "Si no existe una naturaleza humana universal, ¿por
qué a los hombres nos ha dado siempre por lo mismo?".
El monstruo ama su laberinto, de Charles Simic
La mayoría de las veces, un libro es un solo libro. En contadas ocasiones, un libro es el afortunado abismo al que se asoma el lector para contemplar su verdadero rostro. Simic, en El monstruo ama su laberinto, conforma un muestrario de pinzas, espéculos, agujas, jeringas y bisturís que llagan las manos ensangrentadas de los que se atreven a pasar página. Simic, cirujano y paciente, obtiene de esa autoexploración especular, unas reflexiones que abren la puerta a la sátira: “Los sirvientes de los ricos y poderosos están convencidos de que nosotros les envidiamos su servidumbre”. Pero Simic no se conforma con regodearse señalando los vicios que llevaron a la podredumbre del presente. “El ojo atento empieza a oír”, escribe con áspera lucidez.
Mapa de ninguna parte, de León Molina
Molina es un aforista portentoso, muy dotado, que rehuye con disciplina el chiste y la vana ocurrencia, para acometer sus composiciones con una precisión exquisita, donde nada sobra ni se echa en falta. Son sus textos sumamente breves, sintéticos, aquilatados, aunque para nada simples: rezuman esa dulce ambigüedad que caractiza a los grandes cultivadores del género. Casi nunca pontifica, y cuando lo hace es con la sabia benevolencia del amigo que va a respetar lo que, en cualquier caso, queramos hacer con nuestra vida. "Seducir es inducir sin aducir".
Convivir con lo inestable, de Eliana Dukelsky
La lengua o el espejo, el primer título de la autora, no es un libro de aforismos al uso. Ello lo percibe enseguida el lector cuando, a diferencia de otros títulos, no puede soltar el libro tras la amena lectura de una docena de páginas, por miedo a saturarse. Por el contrario, la impresión (completamente subjetiva, como cualquier impresión) es la de haber emprendido un viaje junto a la autora, y estar recorriéndolo, de nuevo, junto a ella, en una suerte de travesía submarina de la cual, de un modo u otro, intuye que va a emerger renovado, purificado en cierto sentido.
De los aforismos de Lichtenberg, que tradicionalmente han conocido una excelente acogida en el mercado editorial español, existen tres ediciones distintas, publicadas por Edhasa, Cátedra y Fondo de Cultura Económica. Este volumen publicado por Hermida Editores, el primero de la obra completa que ahora se publica en traducción de Carlos Fortea y prólogo de Jaime Fernández, recoge los tres primeros cuadernos según la edición canónica publicada en alemán, con lo cual nos encontramos ante una novedad de importancia dentro del género en español.
Los seminales aforismos de José Bergamín
El aforismo ocupa en la creación bergaminiana un papel no menor que reconoce él mismo cuando asume que "mis textos extensos, en cierta medida, son aforismos perifrásticos. Y mis aforismos, una autobiografía sincopada". El carácter vehemente de Bergamín le induce, con frecuencia, a descargar conceptos como trallazos, no por intuitivos menos profundos. En una carta a un amigo, le confiesa esta naturaleza convulsa de su expresión aforística: "mis aforismos se amontonan, sin darme cuenta, y me estorban para trabajar. Tengo que echarlos fuera pronto".
Ilusión y verdad del arte, de Nietzsche
Ilusión y verdad del arte es una antología de pensamientos de Friedrich Nietzsche en torno al tema de la ilusión y la autenticidad en el arte. Escogidos, traducidos y prologados por Miguel Catalán, dan una visión panorámica de las ideas del filósofo alemán sobre la función y el sentido del arte en la vida humana. Aunque el orden de los textos es temático y no temporal, por estas páginas van pasando ante los ojos del lector las distintas fases del pensamiento de Nietzsche hasta los casi desconocidos fragmentos póstumos.
Los entrañables motivos de Morante
En Motivos personales se establece "un diálogo raro entre un escepticismo de largo alcance y una ingenuidad entusiasta" que nos resulta familiar a quienes hemos superado la edad de creernos todo lo que nos cuenten. Esta veta pura que subsiste bajo la gruesa capa de los desengaños es la que le permite escribir, de forma espléndida: "No desmayes; en cada esquina roza la brisa del asombro" (que nunca sabremos si se lo decía porque lo creía o para no descreer de todo ya del todo), o: "De madrugada, un vitalismo insomne me pregunta qué hacer para empezar de nuevo". Probablemente Morante no se engañe y sepa que no es posible ese absoluto recomienzo: "Sé que lo creo no es cierto. Pero es tarde para buscar otras creencias"; pero sí que queda tiempo para ensayar pequeños reinicios, coincidiendo con la escritura de nuevas obras o, por qué no, con el reencuentro con las pequeña alegrías de la vida en contacto con la naturaleza.
Reflexiones del señor Z. no es un libro de aforismos, en el sentido clásico del término: sus 259 textos, más o menos breves todos ellos, encajan mal con la aspiración más o menos moral, más o menos sapiencial, del lapidario género más breve. Aquí, unos llevan a otros, como cuentas distintas de un mismo collar. Reflexiones del señor Z. tampoco es un libro de microrrelatos, entendidos como lentejuelas narrativas que brillan un momento, cuando incide sobre ellas la luz de la lectura, y luego se apaga. En este caso, la luz rebota y va dando saltos, sin encontrar un posadero al final.
El caracol dorado, de Dionisia García
El caracol dorado es una colección de aforismos que dibuja una sensibilidad moral; buena parte de los textos incide en la reflexión sobre las enseñanzas de lo cotidiano. Si es cierto que “abarcar el cromatismo de la vida es imposible”, el sujeto en tránsito mantiene un estado de búsqueda, ahonda en los matices, persiste en la tarea de observar las mutaciones y los pequeños gestos del entorno. De este modo de pensar y sentir surge el impulso de una escritura indagatoria que hace balance y postula enunciados aplicables a la experiencia. El libro prosigue el recorrido abierto en 1984 por Ideario de otoño, que halló continuidad, una década después, con Las voces detenidas.
La cruel certeza de Pérez Antolín
El aforismo goza de plena salud. Como género literario, ofrece una fórmula reflexiva, provocadora, asertiva que, pese a los interrogantes que es susceptible de abrir, da seguridad, pues proporciona una racionalidad que persigue poner en orden el mundo. Y el nuevo libro de Mario Pérez Antolín, La más cruel de las certezas, es un buen ejemplo de la actualidad del aforismo y de su eficacia como medio de expresar una racionalidad frente al desorden.
La duda sin complejos de Felipe Valle
Sobre un dolor mil veces reflexionado germinan los poemas, ensayos y narrativas de Felipe Valle Zubicaray. Pudiera parecer que su relación con los aforismos le revela como un chulo de certezas, pero lo cierto es que duda sin complejos. Borges diría de él que es inteligente porque duda. Quien suscribe añadiría que duda porque muere en cada palabra escrita. De sutil descaro se convierte en provocador de guillotina, donde primero se escribe lo que se siente y luego tal vez se lee lo que se piensa. Lo que son las cosas provoca en quien lo rastrea a golpe de clic ganas de más batalla. En este exótico diccionario, Felipe nos deja una vez más solos y a la intemperie para invitarnos a liderar el pensamiento propio estimulando el debate crítico y regenerador.