José Luis Trullo.- "El aforismo es una ciencia felizmente inexacta", se puede leer en este primer libro de aforismos de Gemma Pellicer (Barcelona, 1972), plagado de felices inexactitudes, aunque también de infaustas constataciones: de hecho, para alcanzar la excelencia toda recopilación aforística ha de combinar, en sabia proporción, un poco de ambas: demasiado inexacta pecaría de inverosímil, demasiado infeliz nos incitaría a la huida,
Aunque Pellicer lleva practicando el género más breve desde hace años (habiendo sido incluida en las antologías Aforistas españoles breves, Bajo el signo de Atenea, El cántaro a la fuente, Espigas en la era), no ha sido hasta 2021 cuando ha visto la luz este libro, organizado en tres secciones: Esencias, Existencias y Aproximaciones, precedida cada una de ellas por un escolio de Nicolás Gómez Dávila. No he alcanzado a entender el sentido ni la utilidad de esta estructura, pero con todo la doy por buena: sea como fuere, permite transitar por los distintos ángulos de una mirada en la cual se concitan, en difícil equlibrio, la lúcida reflexión y la confesión velada, pues no en vano en todo aforismo deja su autor un jirón de piel.
De la mano de Pellicer emprendemos un pequeño viaje alrededor de ciertos temas caros a la autora: la pujanza del deseo como motor de la existencia, los límites de la razón, la potencia del sueño y de la imaginación para entender la propia vida (y la de los demás), las trampas de la verdad, el valor existencial de la ficción, la amenaza de los nacionalismos... No utiliza Pellicer un tono excesivamente sentencioso, aunque tampoco se priva de afirmar con contundencia aquello acerca de lo cual le caben pocas dudas: "Nada de lo que no vemos deja de ser en ningún instante. Lo que sucede nos atraviesa" (p. 37), "La madurez es un requerimiento a no sabemos qué" (p. 65), "La imaginación pone a la realidad en su sitio" (p. 71), "La felicidad que no nos merecemos nos sabe mejor" (p. 77), "Los otros son nuestras verdaderas máscaras" (p. 84), "El infinito se halla donde los extremos se juntan" (p. 89), "El pasado es un muerto viviente" (p. 92), "Somos los recuerdos que nos interpelan" (p. 105), "Se vive en la edad de la inocencia mientras se aprende, es decir, toda la vida" (p. 133)... En cualquier caso, parece preferir la autora la fenomenología de nuestros autoengaños, y apostar por la reconciliación con nuestras debilidades, desechando la fácil tentación de tender el dedo acusador en todas direcciones.
Echo en falta en Medidas extremas una mayor presencia de aforismos
que abreven en dos de las fuentes aforísticas más recurrentes entre quienes
practican el género: el humor y la poesía. No creo que a Pellicer le falten
recursos en este sentido; para muestra, estos botones: "La muerte nos
parte la tarde" (p. 16), "La realidad es una señora imponente y
malvada" (p. 17), "Hoy el gobierno catalán ha declarado
unilateralmente la independencia a España. Por la tarde fui a nadar" (p.
104) o "Las ideas que sostienen los aforismos pueden llegar a medir un
kilómetro y medio" (p. 110), en el primer caso; "Con la pleamar, las
corrientes marinas se dedican a escu(l)pir en la orilla nuestro retrato más
anfibio" (p. 37) y "La ficción más vívida (y lívida), un osario inmenso
de vértebras, plumas (y espinas)" (p. 51), en el segundo. Ignoro por qué
la autora no cultiva con mayor profusión estos registros, pues el conjunto
habría resultado aún más rico y variado. Tampoco habría estado de más
prescindir de algunos aforismos ("Puigdemont o el sembrador de
discordias", "El mundo va a su maldita bola", o de aquellos en
torno a Facebook) cuya relativa inanidad, sin embargo, no logra desemerecer el
conjunto, presidido por un tono austero, incluso severo, que hay que degustar a
pequeños sorbos y, preferentemente, de buena mañana, con todo el día por
delante para recobrarse de los certeros ganchos en la mandíbula que nos asesta
la autora con sus precisos aforismos, los cuales nos invitan a “reconocer en
todo momento nuestra condición anhelante de seres incompletos” (p. 112).
Gemma Pellicer, Medidas extremas. Renacimiento, Sevilla, 2021, 120 pags.
OTRAS RESEÑAS
Emilio López Medina, La verdad de la belleza
José Manuel Benítez Ariza, En el corazón del bosque
José Luis Trullo, Expirar en la frase más breve
Demetrio Fernández Muñoz, La lógica del fósforo
Javier Recas, El arte de la levedad
Florencio Luque, Caja de cromos
J.L. Trullo y A. Mayora, Meandros. En torno a Heráclito
José Luis Morante (ed.), 11 aforistas a contrapié
Antonio Rivero Taravillo, La orfandad de Orfeo
Ángel Crespo, Escrito en el aire. Aforismos 1975-1995
José Camón Aznar, Aforismos del solitario
Juan Manuel Uría, Dos por tarde
Rafael Ibáñez Molinero, La VIDA en minúscula
Felix Trull, Y de pronto, amanece
Javier Recas, Una aguda y grácil miniatura
Elías Moro, Lo inseguro
Emilio López Medina, La ignorancia
Hiram Barrios (ed.), Aforistas mexicanos actuales
AA.VV., Marcas en la piedra
J.L. Trullo y M. Neila (eds.), El cántaro a la fuente
Gregorio Luri: El amparo de las sombras
Miguel Catalán: Suma y sigue
León Molina: Tirar la piedra y esconder la mano
Miguel Ángel Gómez: Caída libre
Rosario Troncoso: Relámpagos
Miguel Ángel Alonso Treceño: Consciencia y viceversa
VV.AA.: Juega o muere. Los aforistas y lo lúdico
Francisco Ferrero: Un silencio propio
Carmet Canet y Javier Bozalongo: Cóncavo y convexo
Miguel Catalán: Suma breve
Gabriel Insausti: Estados de excepción
Rosendo Cid: Los consejos no son un buen sitio para quedarse a vivir
Javier Vela: El libro de las máscaras
Miguel Ángel Arcas: Los tres pies del gato
León Molina (ed.): La poesía es un faisán
Felix Trull: La lección de Pulgarcito
Javier Sánchez Menéndez: Concepto
Jesús Montiel: El amén de los árboles
Emilio López Medina: Del amor y todo lo que le es propio
Carmen Canet: La brisa y la lava
Eugenio d'Ors: Gnómica
Ricardo Virtanen: El funambulista ciego
Juan Manuel Uría: La ciencia de lo inútil
Antono Cabrera: Gracias, distancia
Antonio Rivero Taravillo: Vida en común
Emilio López Medina: El arte jovial
Mario Pérez Antolín: Crudeza
Fili Mei. Los aforistas y la paternidad
Jacob Iglesias: Ovejas negras
Jaime Fernández: Maniobras de distracción
Francisco Ferrero: La revolución de la paciencia
Felix Trull: Líneas de flotación
Ramón Eder: Pequeña galaxia
Las cosas que no son. Los aforistas y Dios
Ramón Eder: Palmeras solitarias
Hiram Barrios: Apócrifo
Aitor Francos: Camas
Carmen Canet: Luciérnagas
Juan Eduardo Cirlot: Aforismos del no mundo
Manuel Neila: El juego del hombre
Carmen Camacho: Fuegos de palabras
Gabriel Insausti: Saque de lengua
Victoria León: Insomnios
Ander Mayora: El páramo
Eliana Dukelsky: Crianza
León Molina (ed.): Verdad y media
Sergio García Clemente: Mirar de reojo
Benito Romero: Horizontes circulares
ARCHIVO DE RESEÑAS
Aforistas españoles vivos
Como un suculento y nutricio menú degustación define Elías Moro su lectura de este Aforistas españoles vivos
que Libros al Albur ha puesto al alcance de los lectores aficionados al
género. Un espléndido menú de once platos sabiamente combinados en los
que, en variadas dosis y tiempos de cocción, y picando de aquí de y de
allá, se paladean todos los sabores conocidos, "si bien, al menos para
quien esto suscribe y acaso producto de los tiempos que corren, lo ácido
y lo amargo se llevan la palma".
El mayúsculo Pascal de Torné
En unos tiempos tan estúpidos como los que nos ha tocado padecer, el
Pascal de Torné (así es como habría que referirse en adelante a este
extraordinario libro que ya siempre me acompañará en lo que me queda de
vida) supone una inyección intelectual y espiritual mayúscula. No hay
línea sin sopesar, párrafo sin provecho, página que esté de más; al
contrario, es un libro que te crece entre las manos a medida que lo
lees, entre el estupor y la maravilla.
Pere Saborit: disolver lo consabido
Cuando el humor se utiliza de esta forma lúcida, fina, sin acidez, se
convierte en uno de los medios más eficaces para disolver lo consabido,
el sinsentido del mundo que hemos construido, tan lleno de
convencionalismos que lo acartonan, enjuagando la suciedad sobrepuesta,
extrayendo los sentidos implícitos. Al igual que el restaurador, al
limpiar el polvo acumulado en un retablo gótico por siglos de abandono,
devuelve parte de su brillo original, Saborit quiere devolverle al
lenguaje esa función higiénica que al menos palíe en parte el sinsentido
del mundo que hemos construido.
Juan Manuel Uría: lo oculto bajo tierra
Dos por la mañana es el primer libro de aforismos del poeta vasco Juan
Manuel Uría, y en él comparte autoría con el artista gráfico Pablo
Gallo, quien 'comenta' los textos con sus primorosos dibujos, plenos de
ingenio y buen gusto. Estos aforismos nos muestran a un autor maduro e
irónico que rehúye el estilo sentencioso para desgranar verdades
cotidianas, basadas en el sentido común y el desprecio por la impostura y
la retórica gratuita. Según Uría, "el aforismo debe ser nómada, ligero
pero de huella indeleble, y algo canalla", y sin duda tienen los suyos
mucho de grácil e incluso lúdico.
Cometario, de Jesús Cotta
Los conceptos que utiliza Cotta no son, para nada, innovadores ni
originales, y la verdad es que tampoco lo necesitamos pues, como reza su
aforismo, remedando a Gide: "Todo está dicho, pero se nos ha olvidado".
Así pues, Cometario está trufado de benditas obviedades, perogrulladas
sanas y verdades como puños que, en estos tiempos de inflacionaria (y
superflua) creatividad desnortada, nos recuerdan que lo importante sigue
siendo lo que importaba a los que nos precedieron, e inquietará a los
que nos sigan. Pues: "Si no existe una naturaleza humana universal, ¿por
qué a los hombres nos ha dado siempre por lo mismo?".
El monstruo ama su laberinto, de Charles Simic
La mayoría de las veces, un libro es un solo libro. En contadas ocasiones, un libro es el afortunado abismo al que se asoma el lector para contemplar su verdadero rostro. Simic, en El monstruo ama su laberinto, conforma un muestrario de pinzas, espéculos, agujas, jeringas y bisturís que llagan las manos ensangrentadas de los que se atreven a pasar página. Simic, cirujano y paciente, obtiene de esa autoexploración especular, unas reflexiones que abren la puerta a la sátira: “Los sirvientes de los ricos y poderosos están convencidos de que nosotros les envidiamos su servidumbre”. Pero Simic no se conforma con regodearse señalando los vicios que llevaron a la podredumbre del presente. “El ojo atento empieza a oír”, escribe con áspera lucidez.
Mapa de ninguna parte, de León Molina
Molina es un aforista portentoso, muy dotado, que rehuye con disciplina el chiste y la vana ocurrencia, para acometer sus composiciones con una precisión exquisita, donde nada sobra ni se echa en falta. Son sus textos sumamente breves, sintéticos, aquilatados, aunque para nada simples: rezuman esa dulce ambigüedad que caractiza a los grandes cultivadores del género. Casi nunca pontifica, y cuando lo hace es con la sabia benevolencia del amigo que va a respetar lo que, en cualquier caso, queramos hacer con nuestra vida. "Seducir es inducir sin aducir".
Convivir con lo inestable, de Eliana Dukelsky
La lengua o el espejo, el primer título de la autora, no es un libro de aforismos al uso. Ello lo percibe enseguida el lector cuando, a diferencia de otros títulos, no puede soltar el libro tras la amena lectura de una docena de páginas, por miedo a saturarse. Por el contrario, la impresión (completamente subjetiva, como cualquier impresión) es la de haber emprendido un viaje junto a la autora, y estar recorriéndolo, de nuevo, junto a ella, en una suerte de travesía submarina de la cual, de un modo u otro, intuye que va a emerger renovado, purificado en cierto sentido.
De los aforismos de Lichtenberg, que tradicionalmente han conocido una excelente acogida en el mercado editorial español, existen tres ediciones distintas, publicadas por Edhasa, Cátedra y Fondo de Cultura Económica. Este volumen publicado por Hermida Editores, el primero de la obra completa que ahora se publica en traducción de Carlos Fortea y prólogo de Jaime Fernández, recoge los tres primeros cuadernos según la edición canónica publicada en alemán, con lo cual nos encontramos ante una novedad de importancia dentro del género en español.
Los seminales aforismos de José Bergamín
El aforismo ocupa en la creación bergaminiana un papel no menor que reconoce él mismo cuando asume que "mis textos extensos, en cierta medida, son aforismos perifrásticos. Y mis aforismos, una autobiografía sincopada". El carácter vehemente de Bergamín le induce, con frecuencia, a descargar conceptos como trallazos, no por intuitivos menos profundos. En una carta a un amigo, le confiesa esta naturaleza convulsa de su expresión aforística: "mis aforismos se amontonan, sin darme cuenta, y me estorban para trabajar. Tengo que echarlos fuera pronto".
Ilusión y verdad del arte, de Nietzsche
Ilusión y verdad del arte es una antología de pensamientos de Friedrich Nietzsche en torno al tema de la ilusión y la autenticidad en el arte. Escogidos, traducidos y prologados por Miguel Catalán, dan una visión panorámica de las ideas del filósofo alemán sobre la función y el sentido del arte en la vida humana. Aunque el orden de los textos es temático y no temporal, por estas páginas van pasando ante los ojos del lector las distintas fases del pensamiento de Nietzsche hasta los casi desconocidos fragmentos póstumos.
Los entrañables motivos de Morante
En Motivos personales se establece "un diálogo raro entre un escepticismo de largo alcance y una ingenuidad entusiasta" que nos resulta familiar a quienes hemos superado la edad de creernos todo lo que nos cuenten. Esta veta pura que subsiste bajo la gruesa capa de los desengaños es la que le permite escribir, de forma espléndida: "No desmayes; en cada esquina roza la brisa del asombro" (que nunca sabremos si se lo decía porque lo creía o para no descreer de todo ya del todo), o: "De madrugada, un vitalismo insomne me pregunta qué hacer para empezar de nuevo". Probablemente Morante no se engañe y sepa que no es posible ese absoluto recomienzo: "Sé que lo creo no es cierto. Pero es tarde para buscar otras creencias"; pero sí que queda tiempo para ensayar pequeños reinicios, coincidiendo con la escritura de nuevas obras o, por qué no, con el reencuentro con las pequeña alegrías de la vida en contacto con la naturaleza.
Reflexiones del señor Z. no es un libro de aforismos, en el sentido clásico del término: sus 259 textos, más o menos breves todos ellos, encajan mal con la aspiración más o menos moral, más o menos sapiencial, del lapidario género más breve. Aquí, unos llevan a otros, como cuentas distintas de un mismo collar. Reflexiones del señor Z. tampoco es un libro de microrrelatos, entendidos como lentejuelas narrativas que brillan un momento, cuando incide sobre ellas la luz de la lectura, y luego se apaga. En este caso, la luz rebota y va dando saltos, sin encontrar un posadero al final.
El caracol dorado, de Dionisia García
El caracol dorado es una colección de aforismos que dibuja una sensibilidad moral; buena parte de los textos incide en la reflexión sobre las enseñanzas de lo cotidiano. Si es cierto que “abarcar el cromatismo de la vida es imposible”, el sujeto en tránsito mantiene un estado de búsqueda, ahonda en los matices, persiste en la tarea de observar las mutaciones y los pequeños gestos del entorno. De este modo de pensar y sentir surge el impulso de una escritura indagatoria que hace balance y postula enunciados aplicables a la experiencia. El libro prosigue el recorrido abierto en 1984 por Ideario de otoño, que halló continuidad, una década después, con Las voces detenidas.
La cruel certeza de Pérez Antolín
El aforismo goza de plena salud. Como género literario, ofrece una fórmula reflexiva, provocadora, asertiva que, pese a los interrogantes que es susceptible de abrir, da seguridad, pues proporciona una racionalidad que persigue poner en orden el mundo. Y el nuevo libro de Mario Pérez Antolín, La más cruel de las certezas, es un buen ejemplo de la actualidad del aforismo y de su eficacia como medio de expresar una racionalidad frente al desorden.
La duda sin complejos de Felipe Valle
Sobre un dolor mil veces reflexionado germinan los poemas, ensayos y narrativas de Felipe Valle Zubicaray. Pudiera parecer que su relación con los aforismos le revela como un chulo de certezas, pero lo cierto es que duda sin complejos. Borges diría de él que es inteligente porque duda. Quien suscribe añadiría que duda porque muere en cada palabra escrita. De sutil descaro se convierte en provocador de guillotina, donde primero se escribe lo que se siente y luego tal vez se lee lo que se piensa. Lo que son las cosas provoca en quien lo rastrea a golpe de clic ganas de más batalla. En este exótico diccionario, Felipe nos deja una vez más solos y a la intemperie para invitarnos a liderar el pensamiento propio estimulando el debate crítico y regenerador.