Elena Marqués.- Me llega este libro en un momento crítico. En un momento en el que he perdido un poco la fe en el lenguaje. Y en su título aparece precisamente el término «palabras», con el que, digo yo, su autor, el extremeño Manuel Neila, se refiere a ese cúmulo de signos, con su significante y su significado apuntando a un referente (1), que la semántica considera mínimas unidades de comunicación. Lo acompaña, además de una clarificadora entrevista realizada por el editor, de la que no me resisto a reproducir a pie de página sus ideas sobre la legitimidad de lo humano por lo mucho que las desarrolla en este libro (2), un elaborado y clarificador prólogo de uno de los mejores aforistas españoles, Gabriel Insausti, que pone el acento, entre otras cuestiones, en el carácter dialógico del texto. De hecho, este se inicia precisamente con una llamada del autor al «lector atento» y una ratificación, allá por el tercer aforismo, de su propensión a la plática. Aunque esta sea entre el caminante y su sombra. Como si, a la manera machadiana, una buena manera siempre (3), el autor conversara con el hombre que siempre va consigo. O, siguiendo en este caso los versos de Quevedo, viviendo «con pocos, pero doctos libros juntos […] en conversación con los difuntos» y escuchando con sus ojos a los muertos. Porque esa es, a veces, la única forma de llegar a entender. Por «resonancias». Sabiendo, accediendo a la tradición, a lo que antes se dijo sobre cualquier tema; que nadie nace aprendido ni el mundo empieza con cada quién y todo libro, toda conversación, todo conocimiento, se suma, como palabras en curso, como extensión de la imaginación y la memoria, al gran libro, por ponernos borgesianos, del mundo. De ahí la inserción de frases ajenas, de pensadores como Joseph Joubert o Paul Bourget, más las continuas referencias a escritores y obras y personajes, desde el Hamlet de Shakespeare, pasando por Gil-Albert, hasta llegar a Unamuno, pues «A través de la poesía, la materia conoce lo que siente; a través de la filosofía, lo que piensa; y a través del aforismo, lo que siente pensando».
A ese duplo de ideas complementarias dedica Neila más de una paremia («La trama de lo que pensamos se despliega sobre la urdimbre de lo que sentimos en el cañamazo del lenguaje»), y a otras dualidades y opuestos que bien pueden llegar a «entenderse» (aquí el verbo es más bien metafórico), pues un conjunto de contrarios, o de fuerzas opuestas («Pensamiento lógico versus pensamiento mítico», verbigracia), es lo que mueve el mundo, y de ahí los recursos empleados, donde la antítesis y el juego de palabra y las estructuras binarias cobran protagonismo para señalar su dialéctica. Léase, por ejemplo, ya que antes recordamos al Tiresias argentino, esto: «Senderos que se bifurcan: el de la buena vida y el de la vida buena».
Pero que es el hombre de carne y hueso e imperfecciones (el hombre, además, posmoderno; el hombre, también, artista. Y, por supuesto, el hombre social) quien centra la atención de Palabras en curso se comprueba a la mínima de cambio. «Incapaz de conseguir el control de sí mismo, procedió a ejercer el control sobre los demás». Y, para ello, nada mejor que conocer el significado de aquellas, de las palabras, para lo que Neila nos ofrece alguna que otra definición propia, metaforismos inclusive, a pesar de la dificultad de concretar el concepto: «Aforismo. Canto rodado, saeta verbal, máxima mínima, pensamiento sintiente…» (4), a lo largo del libro. Un libro en el que se detecta un afán crítico, un deseo analítico de la realidad, sin soslayar el sentimiento, ni tampoco la intuición y la conciencia (recuérdese el subtítulo: «Sintiencias y pareceres», con ese neologismo que es, a su vez, hábil paronomasia), como bases, como herramientas para el mejor acercamiento al pensar y pensarse. A la sabiduría. Un libro punzante, inteligente, hondo, duro, directo («Todas las grandes fortunas tienen un referente común: la tumba del soldado desconocido»), poblado de imágenes (véase la definición de desolación: «Insolación producida por exceso de sol invisible», que luego remite a la voz parentética «Confinamiento»), a veces irónico («Los atracadores de bancos han caído en la cuenta de que es más eficaz y provechoso dirigirlos»), siempre crítico (con el político, con el capitalismo, con la estupidez), actual, entendiendo por esto último aquello que, por tratar de entender el presente, la inanidad o farsa en que vivimos, pero también las ambiciones que nos mueven (la felicidad, un deseo siempre presentido, recordado, y nunca alcanzado; el amor y su contrario y sus desiertos intermedios), deviene intemporal, que es como decir eterno, pues «Las respuestas cambian con el tiempo; sólo las preguntas permanecen». Quizás porque para eso sirve el aforismo y este es (vuelvo a una de esas definiciones metarreferenciales), en su sencillez estructural, en su apariencia poco amenazadora, «copo de nieve que provoca un alud». Es cuestión de atender al silencio previo y posterior a ese derrumbe. Y aprovecharlo.
M. Neila. Palabras en curso. Thémata Editorial / Apeadero de Aforistas. Sevilla, 2021.
NOTAS
(1) A la relación entre las palabras y las cosas dedica alguno de sus aforismos, y al lenguaje en general, y también al lenguaje poético y a quien convive y trata con él.
(2) «Lo propio del hombre, de la denominada erróneamente “naturaleza humana”, es la relación que establece consigo mismo (conciencia), con los demás hombres (sociedad) y con la naturaleza (para unos) o la trascendencia (para otros). De ahí que resulte impropio hablar de la crisis (o muerte) del hombre, cuando lo verdaderamente apropiado sería hablar de la crisis (o muerte) de la sociedad».
(3) De hecho, algo así como una glosa encontramos en uno de sus aforismos de la sección III: «Mi verdad, tu verdad, su verdad…».
(4) Pero hay más: «Aforismo. Relámpago en la tormenta, brasa en la hoguera, huella en la arena, grieta en la conciencia, aguja en el pajar». Y, también, algunas indicaciones de los componentes de tales sentencias, con especial atención a la brevedad y los silencios reflexivos que las rodean.
OTRAS RESEÑAS
Emilio López Medina, La verdad de la belleza
Gemma Pellicer, Medidas extremas
José Manuel Benítez Ariza, En el corazón del bosque
José Luis Trullo, Expirar en la frase más breve
Demetrio Fernández Muñoz, La lógica del fósforo
Javier Recas, El arte de la levedad
Florencio Luque, Caja de cromos
J.L. Trullo y A. Mayora, Meandros. En torno a Heráclito
José Luis Morante (ed.), 11 aforistas a contrapié
Antonio Rivero Taravillo, La orfandad de Orfeo
Ángel Crespo, Escrito en el aire. Aforismos 1975-1995
Juan Manuel Uría, Dos por tarde
Rafael Ibáñez Molinero, La VIDA en minúscula
Felix Trull, Y de pronto, amanece
Javier Recas, Una aguda y grácil miniatura
Elías Moro, Lo inseguro
Emilio López Medina, La ignorancia
Hiram Barrios (ed.), Aforistas mexicanos actuales
AA.VV., Marcas en la piedra
J.L. Trullo y M. Neila (eds.), El cántaro a la fuente
Gregorio Luri: El amparo de las sombras
Miguel Catalán: Suma y sigue
León Molina: Tirar la piedra y esconder la mano
Miguel Ángel Gómez: Caída libre
Rosario Troncoso: Relámpagos
Miguel Ángel Alonso Treceño: Consciencia y viceversa
VV.AA.: Juega o muere. Los aforistas y lo lúdico
Francisco Ferrero: Un silencio propio
Carmet Canet y Javier Bozalongo: Cóncavo y convexo
Miguel Catalán: Suma breve
Gabriel Insausti: Estados de excepción
Rosendo Cid: Los consejos no son un buen sitio para quedarse a vivir
Javier Vela: El libro de las máscaras
Miguel Ángel Arcas: Los tres pies del gato
León Molina (ed.): La poesía es un faisán
Felix Trull: La lección de Pulgarcito
Javier Sánchez Menéndez: Concepto
Jesús Montiel: El amén de los árboles
Emilio López Medina: Del amor y todo lo que le es propio
Carmen Canet: La brisa y la lava
Eugenio d'Ors: Gnómica
Ricardo Virtanen: El funambulista ciego
Juan Manuel Uría: La ciencia de lo inútil
Antono Cabrera: Gracias, distancia
Antonio Rivero Taravillo: Vida en común
Emilio López Medina: El arte jovial
Mario Pérez Antolín: Crudeza
Fili Mei. Los aforistas y la paternidad
Jacob Iglesias: Ovejas negras
Jaime Fernández: Maniobras de distracción
Francisco Ferrero: La revolución de la paciencia
Felix Trull: Líneas de flotación
Ramón Eder: Pequeña galaxia
Las cosas que no son. Los aforistas y Dios
Ramón Eder: Palmeras solitarias
Hiram Barrios: Apócrifo
Aitor Francos: Camas
Carmen Canet: Luciérnagas
Juan Eduardo Cirlot: Aforismos del no mundo
Manuel Neila: El juego del hombre
Carmen Camacho: Fuegos de palabras
Gabriel Insausti: Saque de lengua
Victoria León: Insomnios
Ander Mayora: El páramo
Eliana Dukelsky: Crianza
León Molina (ed.): Verdad y media
Sergio García Clemente: Mirar de reojo
Benito Romero: Horizontes circulares