La vida en proceso

 


Elena Marqués.- Aunque el título del libro de Emilio Calvo de Mora, aparecido en Cypress en su colección Apeadero de Aforistas, nos haga pensar en la Sagrada Familia de Barcelona, un grandioso templo en construcción «por y para el pueblo» desde 1882 y quién sabe hasta cuándo, yo, por eso de que me gustan los sueños aparentemente imposibles, las personas que no se rinden, el valiente trabajo individual, me he acordado más bien de la catedral de Mejorada del Campo, o debería llamarla «la de Justo Gallego», de la que tenía alguna noticia pero conocí mejor a través del Julio Llamazares viajero y Las rosas del sur. Se trata de un templo construido con materiales de desecho y de derribo que alcanza, en su controvertido estilo kitsch, una grandiosidad impensada. Y que, como la basílica de la Ciudad Condal, debe parte de su belleza a la conjunción de elementos dispares, al sincretismo arquitectónico y decorativo, y a encontrarse, como la vida, siempre en proceso y un poco al albur.

Como la vida, este libro de aforismos reúne también un poco de todo, se sirve de distintos ingredientes, donde no faltan el humor («Elegí la filantropía hasta que tuve que solicitar la ajena»), la poesía, hecha especialmente de metáfora y símil y de conmovedora belleza («El frío te escala el brazo como un cáncer blanco»), la crítica social («Cualquier declaración de principios es sospechosa de algo que no tiene mucho que ver con la verdad»), el análisis lingüístico, y por ende filosófico («La palabra hambruna…»), y la reflexión personal («Hay días […] en los que uno cree entenderse un poco»). Y, sobre todo, la constatación de la realidad, que se mueve entre cierto pesimismo («Hay contingencias que duran toda la vida») y la salvación por esa fuerza que, según dice el autor, sigue moviendo el mundo («La vida, si amor la mece, carece absolutamente de naufragios»).

Para unir estos elementos utiliza como argamasa fórmulas tremendamente concisas combinadas con fragmentos más extensos de una extraordinaria lucidez (también los breves, aunque su rotundidad a veces aturde); replantea sentencias antiguas (el primer aforismo, «La virtud extrema mira de reojo al puro vicio», ¿no es otra forma más completa de decir «Los extremos se tocan»?); y define-describe, de manera muy singular y expresiva, incluso desde el laconismo y sencillez de la mera oración copulativa («Hablar es desdecirse», «Estar solo es tutear a la muerte», «El censor más locuaz es el olvido»), ideas y conceptos que, como la catedral del título, como el hombre, nunca terminan de definirse-describirse. Al fin y al cabo, en contra de lo que pudiera pensarse por su aparente carácter categórico, por su tono sentencioso, por lo tajante que siempre resulta todo lo breve, un aforismo no tiende necesariamente a la verdad, que, además, «acaba pronto», sino al vértigo, pues, como el mismo Calvo de Mora, en un hábil juego metaliterario, constata, «El aforismo, más que miniatura, es pirueta».

Estructurado en ocho secciones, dedicadas al «Alma» (muy lírico es el que la cierra: «Somos mapas que otros van cruzando. Somos cartógrafos del alma»), a la creación («Escribir es la constatación de que lo que sucede alrededor no cuadra», afirma, entre otras cosas, en ese «Menester de las letras»), a Dios y la religión (aunque, uniendo esta sección con la anterior, se encarga de recordar que «El cielo son los libros»), al vano fulgor de la vida, a ciertas vibrantes emociones y búsquedas perentorias, pues solo «Arde lo que importa: ceniza de la ceniza», a las «Relaciones personales», donde se incluye cada uno de nosotros («Hablar de uno mismo como si se conociese»), con una miscelánea «De varia lección» y, como conclusión, una «Coda» enumerativa en la que el conjunto de los elementos resume las aficiones, gustos y pasiones del autor, desde Miles David al latín, pasando por David Bowie y el cine negro (la música aparece como un brillante reflejo en muchos de sus aforismos, como ese neoplatónico saludo a Gustav Mahler que concluye «Un corazón de pájaro es una celebración de la música del cosmos»), Catedral en construcción ofrece reflexiones cotidianas («Los secretos conciernen más a quienes se les confía que a quien aluden») que muestran la inteligencia y sabiduría de un autor que ya constató su buen hacer, su dominio de la elipsis y la sugerencia en el conjunto de prosas poéticas Caballos perdidos en la tormenta (Cypress, 2020), así como su extraordinaria sensibilidad en un pulso con lo divino y lo humano en el que todos nos reconocemos, con un lenguaje limpio interesado en poner sobre la mesa pensamientos cotidianos sobre los que en ocasiones, o precisamente por tenerlos al alcance de los ojos, pasamos de largo.

Me gustaría terminar con un agradecimiento sincero a esa voz personalísima, sincera y perspicaz que se hace muy presente en cada una de las estancias de esta catedral de palabras, incluso cuando intenta permanecer al margen de lo dicho y se transfigura en un ente impersonal o plural, pues Calvo de Mora nos habla con la certeza de que compartimos los mismos intereses, las mismas dudas, los mismos miedos. Que estamos en el mismo camino en perpetua construcción. 

Emilio Calvo de Mora, Catedral en construcción. Cypress / Apeadero de Aforistas, Sevilla, 2021.




OTRAS RESEÑAS

VV.AA. Tierra de aforistas

Carmen Canet, Legere eligere 

Emilio López Medina, La verdad de la belleza

Jesús Cotta, Homo mysticus 

Gemma Pellicer, Medidas extremas

José Manuel Benítez Ariza, En el corazón del bosque

José Luis Trullo, Expirar en la frase más breve

Demetrio Fernández Muñoz, La lógica del fósforo

Javier Recas, El arte de la levedad

Florencio Luque, Caja de cromos

J.L. Trullo y A. Mayora, Meandros. En torno a Heráclito

José Luis Morante (ed.), 11 aforistas a contrapié

Antonio Rivero Taravillo, La orfandad de Orfeo

Ángel Crespo, Escrito en el aire. Aforismos 1975-1995

José Camón Aznar, Aforismos del solitario

Juan Manuel Uría, Dos por tarde

Rafael Ibáñez Molinero, La VIDA en minúscula

Felix Trull, Y de pronto, amanece

Javier Recas, Una aguda y grácil miniatura

Elías Moro, Lo inseguro

Emilio López Medina, La ignorancia

Hiram Barrios (ed.), Aforistas mexicanos actuales

AA.VV., Marcas en la piedra

J.L. Trullo y M. Neila (eds.), El cántaro a la fuente

Gregorio Luri: El amparo de las sombras

Miguel Catalán: Suma y sigue

León Molina: Tirar la piedra y esconder la mano

Miguel Ángel Gómez: Caída libre

Rosario Troncoso: Relámpagos

Miguel Ángel Alonso Treceño: Consciencia y viceversa

VV.AA.: Juega o muere. Los aforistas y lo lúdico

Francisco Ferrero: Un silencio propio

Carmet Canet y Javier Bozalongo: Cóncavo y convexo

Miguel Catalán: Suma breve

Gabriel Insausti: Estados de excepción

Rosendo Cid: Los consejos no son un buen sitio para quedarse a vivir

Javier Vela: El libro de las máscaras

Miguel Ángel Arcas: Los tres pies del gato

León Molina (ed.): La poesía es un faisán

Felix Trull: La lección de Pulgarcito

Javier Sánchez Menéndez: Concepto

Jesús Montiel: El amén de los árboles

Emilio López Medina: Del amor y todo lo que le es propio

Carmen Canet: La brisa y la lava

Eugenio d'Ors: Gnómica

Ricardo Virtanen: El funambulista ciego

Juan Manuel Uría: La ciencia de lo inútil

Antono Cabrera: Gracias, distancia

Antonio Rivero Taravillo: Vida en común

Emilio López Medina: El arte jovial

Mario Pérez Antolín: Crudeza

Fili Mei. Los aforistas y la paternidad

Jacob Iglesias: Ovejas negras

Jaime Fernández: Maniobras de distracción

Francisco Ferrero: La revolución de la paciencia

Felix Trull: Líneas de flotación

Ramón Eder: Pequeña galaxia

Las cosas que no son. Los aforistas y Dios

Ramón Eder: Palmeras solitarias

Hiram Barrios: Apócrifo

Aitor Francos: Camas

Carmen Canet: Luciérnagas

Juan Eduardo Cirlot: Aforismos del no mundo

Manuel Neila: El juego del hombre

Carmen Camacho: Fuegos de palabras

Gabriel Insausti: Saque de lengua

Victoria León: Insomnios

Ander Mayora: El páramo

Eliana Dukelsky: Crianza

León Molina (ed.): Verdad y media

Sergio García Clemente: Mirar de reojo

Benito Romero: Horizontes circulares


ARCHIVO DE RESEÑAS


Aforistas españoles vivos

Como un suculento y nutricio menú degustación define Elías Moro su lectura de este Aforistas españoles vivos que Libros al Albur ha puesto al alcance de los lectores aficionados al género. Un espléndido menú de once platos sabiamente combinados en los que, en variadas dosis y tiempos de cocción, y picando de aquí de y de allá, se paladean todos los sabores conocidos, "si bien, al menos para quien esto suscribe y acaso producto de los tiempos que corren, lo ácido y lo amargo se llevan la palma".


El mayúsculo Pascal de Torné

En unos tiempos tan estúpidos como los que nos ha tocado padecer, el Pascal de Torné (así es como habría que referirse en adelante a este extraordinario libro que ya siempre me acompañará en lo que me queda de vida) supone una inyección intelectual y espiritual mayúscula. No hay línea sin sopesar, párrafo sin provecho, página que esté de más; al contrario, es un libro que te crece entre las manos a medida que lo lees, entre el estupor y la maravilla.


Pere Saborit: disolver lo consabido

Cuando el humor se utiliza de esta forma lúcida, fina, sin acidez, se convierte en uno de los medios más eficaces para disolver lo consabido, el sinsentido del mundo que hemos construido, tan lleno de convencionalismos que lo acartonan, enjuagando la suciedad sobrepuesta, extrayendo los sentidos implícitos. Al igual que el restaurador, al limpiar el polvo acumulado en un retablo gótico por siglos de abandono, devuelve parte de su brillo original, Saborit quiere devolverle al lenguaje esa función higiénica que al menos palíe en parte el sinsentido del mundo que hemos construido.


Juan Manuel Uría: lo oculto bajo tierra

Dos por la mañana es el primer libro de aforismos del poeta vasco Juan Manuel Uría, y en él comparte autoría con el artista gráfico Pablo Gallo, quien 'comenta' los textos con sus primorosos dibujos, plenos de ingenio y buen gusto. Estos aforismos nos muestran a un autor maduro e irónico que rehúye el estilo sentencioso para desgranar verdades cotidianas, basadas en el sentido común y el desprecio por la impostura y la retórica gratuita. Según Uría, "el aforismo debe ser nómada, ligero pero de huella indeleble, y algo canalla", y sin duda tienen los suyos mucho de grácil e incluso lúdico.


Cometario, de Jesús Cotta

Los conceptos que utiliza Cotta no son, para nada, innovadores ni originales, y la verdad es que tampoco lo necesitamos pues, como reza su aforismo, remedando a Gide: "Todo está dicho, pero se nos ha olvidado". Así pues, Cometario está trufado de benditas obviedades, perogrulladas sanas y verdades como puños que, en estos tiempos de inflacionaria (y superflua) creatividad desnortada, nos recuerdan que lo importante sigue siendo lo que importaba a los que nos precedieron, e inquietará a los que nos sigan. Pues: "Si no existe una naturaleza humana universal, ¿por qué a los hombres nos ha dado siempre por lo mismo?".



El monstruo ama su laberinto, de Charles Simic

La mayoría de las veces, un libro es un solo libro. En contadas ocasiones, un libro es el afortunado abismo al que se asoma el lector para contemplar su verdadero rostro. Simic, en El monstruo ama su laberinto, conforma un muestrario de pinzas, espéculos, agujas, jeringas y bisturís que llagan las manos ensangrentadas de los que se atreven a pasar página. Simic, cirujano y paciente, obtiene de esa autoexploración especular, unas reflexiones que abren la puerta a la sátira: “Los sirvientes de los ricos y poderosos están convencidos de que nosotros les envidiamos su servidumbre”. Pero Simic no se conforma con regodearse señalando los vicios que llevaron a la podredumbre del presente. “El ojo atento empieza a oír”, escribe con áspera lucidez.


Mapa de ninguna parte, de León Molina

Molina es un aforista portentoso, muy dotado, que rehuye con disciplina el chiste y la vana ocurrencia, para acometer sus composiciones con una precisión exquisita, donde nada sobra ni se echa en falta. Son sus textos sumamente breves, sintéticos, aquilatados, aunque para nada simples: rezuman esa dulce ambigüedad que caractiza a los grandes cultivadores del género. Casi nunca pontifica, y cuando lo hace es con la sabia benevolencia del amigo que va a respetar lo que, en cualquier caso, queramos hacer con nuestra vida. "Seducir es inducir sin aducir".


Convivir con lo inestable, de Eliana Dukelsky

La lengua o el espejo, el primer título de la autora, no es un libro de aforismos al uso. Ello lo percibe enseguida el lector cuando, a diferencia de otros títulos, no puede soltar el libro tras la amena lectura de una docena de páginas, por miedo a saturarse. Por el contrario, la impresión (completamente subjetiva, como cualquier impresión) es la de haber emprendido un viaje junto a la autora, y estar recorriéndolo, de nuevo, junto a ella, en una suerte de travesía submarina de la cual, de un modo u otro, intuye que va a emerger renovado, purificado en cierto sentido.



De los aforismos de Lichtenberg, que tradicionalmente han conocido una excelente acogida en el mercado editorial español, existen tres ediciones distintas, publicadas por Edhasa, Cátedra y Fondo de Cultura Económica. Este volumen publicado por Hermida Editores, el primero de la obra completa que ahora se publica en traducción de Carlos Fortea y prólogo de Jaime Fernández, recoge los tres primeros cuadernos según la edición canónica publicada en alemán, con lo cual nos encontramos ante una novedad de importancia dentro del género en español.


Los seminales aforismos de José Bergamín

El aforismo ocupa en la creación bergaminiana un papel no menor que reconoce él mismo cuando asume que "mis textos extensos, en cierta medida, son aforismos perifrásticos. Y mis aforismos, una autobiografía sincopada". El carácter vehemente de Bergamín le induce, con frecuencia, a descargar conceptos como trallazos, no por intuitivos menos profundos. En una carta a un amigo, le confiesa esta naturaleza convulsa de su expresión aforística: "mis aforismos se amontonan, sin darme cuenta, y me estorban para trabajar. Tengo que echarlos fuera pronto".



Los Aforismos de Oscar Wilde que recopila Gabril Insausti en esta edición recientemente publicada por Renacimiento, dentro de la magnífica colección A la mínima dirigida por Manuel Neila, suponen una magnífica demostración del inmenso talento del autor para el género más brave. Se trata, en su mayoría, de frases entresacadas de sus propias obras, que avalan la capacidad sintética, incluso sentenciosa, del irlandés.


Ilusión y verdad del arte, de Nietzsche

Ilusión y verdad del arte es una antología de pensamientos de Friedrich Nietzsche en torno al tema de la ilusión y la autenticidad en el arte. Escogidos, traducidos y prologados por Miguel Catalán, dan una visión panorámica de las ideas del filósofo alemán sobre la función y el sentido del arte en la vida humana. Aunque el orden de los textos es temático y no temporal, por estas páginas van pasando ante los ojos del lector las distintas fases del pensamiento de Nietzsche hasta los casi desconocidos fragmentos póstumos.


Los entrañables motivos de Morante

En Motivos personales se establece "un diálogo raro entre un escepticismo de largo alcance y una ingenuidad entusiasta" que nos resulta familiar a quienes hemos superado la edad de creernos todo lo que nos cuenten. Esta veta pura que subsiste bajo la gruesa capa de los desengaños es la que le permite escribir, de forma espléndida: "No desmayes; en cada esquina roza la brisa del asombro" (que nunca sabremos si se lo decía porque lo creía o para no descreer de todo ya del todo), o: "De madrugada, un vitalismo insomne me pregunta qué hacer para empezar de nuevo". Probablemente Morante no se engañe y sepa que no es posible ese absoluto recomienzo: "Sé que lo creo no es cierto. Pero es tarde para buscar otras creencias"; pero sí que queda tiempo para ensayar pequeños reinicios, coincidiendo con la escritura de nuevas obras o, por qué no, con el reencuentro con las pequeña alegrías de la vida en contacto con la naturaleza.



Reflexiones del señor Z. no es un libro de aforismos, en el sentido clásico del término: sus 259 textos, más o menos breves todos ellos, encajan mal con la aspiración más o menos moral, más o menos sapiencial, del lapidario género más breve. Aquí, unos llevan a otros, como cuentas distintas de un mismo collar. Reflexiones del señor Z. tampoco es un libro de microrrelatos, entendidos como lentejuelas narrativas que brillan un momento, cuando incide sobre ellas la luz de la lectura, y luego se apaga. En este caso, la luz rebota y va dando saltos, sin encontrar un posadero al final.


El caracol dorado, de Dionisia García

El caracol dorado es una colección de aforismos que dibuja una sensibilidad moral; buena parte de los textos incide en la reflexión sobre las enseñanzas de lo cotidiano. Si es cierto que “abarcar el cromatismo de la vida es imposible”, el sujeto en tránsito mantiene un estado de búsqueda, ahonda en los matices, persiste en la tarea de observar las mutaciones y los pequeños gestos del entorno. De este modo de pensar y sentir surge el impulso de una escritura indagatoria que hace balance y postula enunciados aplicables a la experiencia. El libro prosigue el recorrido abierto en 1984 por Ideario de otoño, que halló continuidad, una década después, con Las voces detenidas.



La ventana invertida, del filósofo y mago Miguel Catalán, no es su primer libro. Ni es el primer libro suyo que leo. A Catalán, como a mí, le gusta lo breve. Seguramente, al igual que yo, lo ha leído todo. Sin duda es un lector exhaustivo, pero se queda con lo nuclear, lo contundente, lo esencial. Y todo ello le inspira lo propio. Esta “ventada invertida” lo presupone. Se nota que tiene un gran dominio de la concisión, al menos para expresar sus pensamientos por escrito. Y yo se lo agradezco profundamente. Esta ventana suya nos ofrece las reflexiones que se hace a sí mismo sobre su entorno más interno y externo.


La cruel certeza de Pérez Antolín

El aforismo goza de plena salud. Como género literario, ofrece una fórmula reflexiva, provocadora, asertiva que, pese a los interrogantes que es susceptible de abrir, da seguridad, pues proporciona una racionalidad que persigue poner en orden el mundo. Y el nuevo libro de Mario Pérez Antolín, La más cruel de las certezas, es un buen ejemplo de la actualidad del aforismo y de su eficacia como medio de expresar una racionalidad frente al desorden.

 
La duda sin complejos de Felipe Valle

Sobre un dolor mil veces reflexionado germinan los poemas, ensayos y narrativas de Felipe Valle Zubicaray. Pudiera parecer que su relación con los aforismos le revela como un chulo de certezas, pero lo cierto es que duda sin complejos. Borges diría de él que es inteligente porque duda. Quien suscribe añadiría que duda porque muere en cada palabra escrita. De sutil descaro se convierte en provocador de guillotina, donde primero se escribe lo que se siente y luego tal vez se lee lo que se piensa. Lo que son las cosas provoca en quien lo rastrea a golpe de clic ganas de más batalla. En este exótico diccionario, Felipe nos deja una vez más solos y a la intemperie para invitarnos a liderar el pensamiento propio estimulando el debate crítico y regenerador.



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